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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Felicidad y venganza

La venganza es plato que, dicen, ha de servirse frío. Pero a algunos les pueden las ganas y lo están sirviendo desde el minuto uno, sin esperar a que se enfríe.

José María Calleja, entre otros, está disfrutando de lo lindo con el pase a la oposición del PNV y no pierde ocasión de recordárselo y alabar al señorito.

Del discurso del Alderdi Eguna, concluye Calleja que «el PNV no tiene ni una sola propuesta que hacer a los vascos». ¡Vaya hombre!

Y es que, insiste el comentarista del nacionalismo español, «el mantra, recurrente durante los últimos años, del plan Ibarretxe ha cerrado por cese del negocio y por ausencia de su contumaz y casi único defensor. A esa referencia machacona le ha sustituido la nada del catastrofismo, el lamento del poder perdido y la certeza de que la vuelta de las vacaciones ha supuesto para muchos de los asistentes la confirmación de que se han quedado sin aquello que les ocupó en los últimos años». Olvida que, además del desestimiento de Imaz, Urkullu y compañía, el Congreso español lo mandó a la papelera.

Y así, sin plan, «el PNV amontona una serie de lugares comunes propios del mal perdedor, de rabietas características del que se ha quedado en la oposición cuando pensaba que el gobierno le pertenecía poco menos que por divina designación y hasta la eternidad. No hay en el discurso de Urkullu una sola propuesta ni para la crisis del PNV ni para la crisis económica». Tal vez tenga razón, pero la verdad es que a Patxi López tampoco se le oye gran cosa. Por cierto, ¿dónde está, que no se le ve por ningún lado?

Pues a Calleja le parece que ya ha llegado el país de las maravillas. Miren cómo le hace la pelota al señorito: «Hoy, cuando a pesar del poco tiempo transcurrido el lehendakari Patxi López ya ha demostrado -entre otras medidas- una beligerancia inusitada contra los mecanismos establecidos durante años para la legitimación del terrorismo, el PNV escenifica en la campa de los cien mil que se ha quedado sin discurso, que siente el frío de la oposición en sus carnes y que si no es para hablar de lo nuestro, es posible que cada año sean menos cien mil y con más frío en aquel lugar donde un día el poder provocó aglomeraciones». Está tan feliz Calleja...

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