Ascender, cuanto más elevado, mejor. Subir, siempre subir, cueste lo que cueste. Los pilares de la tierra, por las nubes. Y las personas, a pie de obra, obsesionadas con la cima, enloquecidas por el bien de altura. Cuanto más arriba, superior. Así nos va.

La nave Soyuz TMA-16 despegaba este miércoles desde un cosmódromo de Kazajastán rumbo a la Estación Espacial Internacional. En su interior, dos cosmonautas, uno ruso y otro estadounidense, y un turista canadiense, Guy Laliberté, fundador del Circo del Sol. Por primera vez, un payaso llega a lo más alto. Y promete dar espectáculo.

Laliberté permanecerá doce días en el espacio y aprovechará su presencia en la Estación Internacional para predicar sobre la pobreza y la escasez de agua en nuestro planeta. El multimillonario bufón ecologista posee su propia oenegé, One Drop Foundation, y el viernes dirigirá desde el más allá un espectáculo poético-social al que se sumarán aquí, entre otros, Al Gore, Shakira o Salma Hayek. La broma saldrá cara. El pasaje de Laliberté, un billete cósmico, cuesta 27 millones de euros.

La carrera espacial tiene gracia. Y miga. La Soyuz TMA-16 incluye entre sus integrantes, también por primera vez, levadura para hacer pan y cerveza. Los científicos quieren saber si es posible producir proteínas en condiciones de microgravedad. Un bocata y una cañita, por ejemplo. Si todo va bien, estaremos listos para la última y definitiva escalada: la conquista del universo. La máxima del Imperio Romano, pan y circo, será renovada: pan, circo y cerveza. Nadie llegó tan lejos. Nuestra civilización tocará techo y podrá al fin descansar tranquila.