Patxi López será reelegido secretario general en el congreso que el PSE-EE/PSOE celebrará este fin de semana en Bilbo. En esta ocasión, los votos del PP no serán necesarios para que el político portugalujo obtenga la mayoría suficiente para revalidar el cargo pero, sin duda, la alargada sombra del pacto suscrito con ese partido para ser elegido lehendakari del Gobierno de Lakua se proyectará sobre la tarta con la que probablemente le agasajen sus compañeros de partido, ya que López cumple 50 años mañana. Es tal el peso que la estrategia compartida con el PP ha tomado en la deriva política del PSE que en las jornadas previas al cónclave se ha hablado más de las futuras alianzas postelectorales entre ambos partidos que del propio traje de lehendakari con el que el protagonista subirá al escenario. Según la máxima que preside el baile político-electoral en las democracias formales occidentales, es posible que, tras la próxima cita con las urnas, el PSE cambie de pareja y comparta partitura con el PNV. Tiempo al tiempo.

Lo que difícilmente podrá evitar en este congreso es que las sonrisas de sus dirigentes superen la amplitud de las que muestran, casi a diario, Basagoiti, Barreda, Quiroga y el resto de la troupe vascongada de la derechona española, que ya casi alcanzan a transmitir la misma sensación de autocomplacencia que ofrece ante las cámaras Miguel Sanz cada vez que da uno de sus habituales golpes de efecto.

López todavía no se ha podido deshacer del semblante de derrotado con el que compareció la noche del 1 de marzo para convalidar la victoria anunciada minutos antes por Basagoiti tras conocerse el reparto oficial del Parlamento autonómico. Aquella noche, el secretario general del PSE se encarnó como el deseado hijo del ya anciano matrimonio formado por Mayor Oreja y Redondo Terreros. Este fin de semana tiene la oportunidad de ponerse la máscara de la victoria que le otorgó el PP hace ya siete meses. Pero, se vista como se vista, el secretario general del PSE seguirá caminando con una pesada sombra pisándole los talones y marcándole el paso.