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Hasta 4.000 personas siguen sepultadas bajo los escombros en Sumatra

Entre 3.000 y 4.000 personas seguían ayer bajo los escombros en Padang, en la isla indonesia de Sumatra, tras el devastador terremeto del pasado miércoles. En una auténtica carrera contra el tiempo, los servicios de rescate buscaban supervivientes. La Federación Internacional de la Cruz Roja alertó de la situación en las zonas rurales cercanas a la ciudad, «donde pueblos enteros han quedado arrasados al 100% y otros al 50% o en distinta medida».

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El coordinador de Naciones Unidas para las ayudas humanitarias en Indonesia, El Mostafa Benlamlih, calculó que «entre 3.000 y 4.000 personas siguen sepultadas o atrapadas bajo los escombros» en Padang, la capital de la provincia de Sumatra Occidental y la tercera ciudad más grande de la isla. Unos 20.000 edificios se han venido abajo o están dañados. Hasta el momento, la cifra oficial de víctimas mortales es de 777, aunque la ONU la eleva a 1.100.

Desde Ginebra, la coordinadora de operaciones de la Federación Internacional de la Cruz Roja, Christine South, subrayó que, «si bien la situación en la capital es mala, no debemos olvidar las zonas rurales cercanas, donde pueblos enteros han quedado arrasados al 100% y otros al 50% o en distinta medida».

En las montañas que circundan Padang, periodistas de AFP vieron cuatro poblados arrasados por avalanchas, en los cuales habrían muerto unas 400 personas, según un responsable local. Cerca de un centenar de socorristas llegaron al lugar pero no pudieron llevar maquinaria pesada por el mal estado de los caminos, en sí estrechos.

«En general se considera que la esperanza máxima de supervivencia de una persona sepultada tras un terremoto es de cinco días», indicó Benlamlih.

Los equipos de salvamento seguían ayer trabajando en una verdadera carrera contra el tiempo. Expertos suizos y japoneses se unieron en la búsqueda a los equipos locales con perros adiestrados e infrarrojos. Hoy llegarán 72 bomberos franceses y seis perros, además de 25 toneladas de material -grupos electrógenos, medicamentos y equipos para purificar el agua-. La gente, además, ha empezado a organizarse por su cuenta, colaborando en las tareas de desescombro y compartiendo techo y alimento si es preciso.

El responsable de la Federación Internacional de la Cruz Roja, Bob McKerrow, mostró su esperanza de poder rescatar con vida a las personas sepultadas. «Tengo la experiencia de grandes seísmos y, si se dispone de una bolsa de aire para respirar, puede lograrse», comentó.

Esas esperanzas fueron confirmadas por un mensaje enviado el viernes por la noche por un empleado del Ministerio de Pesca que participaba en una reunión en el hotel Ambacang, que se derrumbó a causa del temblor de tierra. En el mensaje, recibido por uno de sus familiares, pide a los socorristas que «caven cuidadosamente pues hay otras siete personas vivas».

Atrapada durante dos días bajo los escombros de una escuela, Suci Refikawulan Sari contó que hasta que fue rescatada se repitió incesantemente: «Tengo que vivir, quiero ver a mi bebé crecer y ser alguien de bien».

Mohamed Jamil profesor de un centro de formación profesional se quejaba de la escasez de medios. «Aquí aún no ha venido nadie. El segundo piso se hundió sobre el primero y no sabemos cuántas personas había dentro», subrayó. En el colegio estudiaban decenas de adolescentes de entre 12 y 15 años.

Lenny, otra profesora, observaba desde la acera el montón de hasta cinco metros de altura -hierros retorcidos, pupitres y ladrillos- en el que se ha convertido la academia Lama, de tres pisos, donde había unas 60 personas, la mayoría niños de entre 6 y 12 años, en el momento del terremoto. Sólo una treintena logró escapar con vida.

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Padang y sus alrededores seguían sin fluido eléctrico y las comunicaciones eran difíciles. Los hospitales están saturados y los precios de los bienes básicos que ya empiezan a escasear, como el agua potable y la gasolina, se están disparando.

aldeas arrasadas

El jefe del centro de crisis del Ministerio de Sanidad, Rustam Pakaya, indicó que las aldeas de Pulau Aiya, Lubuk Lawe y Jumena han desaparecido con casi todos sus habitantes, unos 640 en conjunto, por los corrimientos de tierra.

El tifón Parma vuelve a causar daños materiales en Filipinas

Mientras Indonesia trataba de reponerse de la tragedia, en Filipinas aguardaban con temor el impacto del tifón Parma, que finalmente tocó tierra en la punta nororiental provocando al menos dos muertos e importantes daños materiales. Como se esperaba, el sistema tormentoso dejó fuertes lluvias y vientos de gran velocidad.

En Manila, cerca de medio millón de evacuados permanecía a la espera de que el Gobierno confirmara el levantamiento del aviso de tormenta. La presidenta, Gloria Arroyo, pidió a los ciudadanos que permanecieran refugiados porque todavía había «riesgo de lluvia».

En la localidad de Cagayana, el tifón bloqueó las carreteras y arrancó los tejados de las viviendas, causando además fuertes inundaciones.

El 26 de setiembre, Manila y su región quedaron sumergidas por un mar de agua y barro, descargado por la tromenta tropical Ketsana, que causó más de 400 muertos en el surete de Asia, de ellos al menos 293 en Filipinas. Numerosas zonas del país, incluyendo la capital, han sido declaradas en estado de catástrofe. Desde el terreno, el delegado internacional de Cruz Roja Navarra Pablo Liras incide en la importancia de «la preparación para desastres. La alerta temprana merece la pena en términos reales y muchas vidas son, literalmente, salvadas gracias a una preparación efectiva». «Ahora hay que concentrar los esfuerzos en la rehabilitación y reconstrucción de las zonas y de los medios de subsistencia de la población, pero la inversión en medidas de reducción del riesgo debe seguir creciendo». GARA

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