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Fede DE LOS RÍOS

La pandemia de la idiocia nos ataca

Detuvieron al obispo católico Raymond Lahey tras encontrar en su portátil imágenes pornográficas infantiles. Raymond fue el responsable de negociar un acuerdo con decenas de víctimas de abusos sexuales cometidos por religiosos en Canadá

Dicen los que saben que nuestras vidas están amenazadas por la gripe A (H1N1), denominación con tintes más científicos y amenazantes que la calificación de gripe porcina.

Margaret Chan Fung Fu-chun, directora de la Organización Mundial de la Salud, constató el pasado 4 de mayo, sin dejar espacio al error, que «puede que en un mes este virus desaparezca, puede que se quede como está o puede que se agrave». Que ya es constatar. Ni Manolita Chen lo hubiese dicho mejor. Si sale con barbas, San Antón, y si no, la Purísima Concepción.

Las multinacionales farmacéuticas, siempre pensando en nuestro bien, ya han vendido las vacunas que nos salvarán del mal, al igual que, por el módico precio de 464,58 euros de nada cada una, vendieron las que librarán a nuestras hijas del cáncer de útero. Algunas adolescentes están en la UCI debido a reacciones adversas, pero estos casos apenas son apreciables en las estadísticas. Al igual que los mal llamados casos de pederastia dentro de los pastores del rebaño católico, reducidos a mera anécdota por Monseñor Silvano Tomasi, observador permanente del Vaticano ante la ONU. El bueno de Don Silvano, como no podía ser de otra manera pues misión suya es la de enseñar al que no sabe, nos ha sacado del error. Afirma que «dentro del clero católico sólo entre el 1,5% y el 5% de los religiosos ha cometido actos de ese tipo», y añade que entre el 80% y 90% de ese minúsculo grupo no son pedófilos (pederastas habrá querido decir), sino practicantes de la «efebofilia», afición consistente en tener relaciones sexuales con varones de entre 11 y 17 años. Además, afirma (esto de ir de acusica te ha quedado un poco feo, querido Silva) que se producen muchos más abusos sobre menores en las comunidades protestante y judía. De los islámicos, a pesar de la postura tan rara adoptada en sus rezos, no ha dicho nada.

Este pasado jueves detuvieron a Raymond Lahey, obispo católico de Canadá, tras encontrar en su ordenador portátil, durante un control rutinario de aduanas, imágenes pornográficas infantiles. Raymond fue el responsable de negociar un acuerdo con decenas de víctimas de abusos sexuales cometidos por religiosos católicos en su diócesis. Acuerdo que obligó a pagar 15 millones de dólares a las víctimas de los abusos. «Quiero asegurar que desde hace tiempo nuestra diócesis, como otras en Canadá, ha estado tomando medidas para proteger a nuestra infancia y juventud», declaró en su momento.

La Fundación de Víctimas del Terrorismo también quiere proteger a los niños de la fanatización y del adoctrinamiento, y para ello ha elaborado, paradojas de la vida, a la manera de Yahveh, un decálogo de mandamientos para la prevención que concluye con: «Si tu hijo está fanatizándose, pide ayuda». ¿Y cómo sé que el fruto de mis entrañas se fanatiza? ¿A quién acudo? ¿Si se viste de gótica, acudo a un efebófilo? ¿Bastará con rociar su cama de agua bendita e introducir debajo del colchón unas estampitas de la Virgen del Pilar y del apóstol Santiago? ¡Ayudadme, por favor, me hallo todo contrito!

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