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Frente a la irresponsabilidad

Si la operación del martes suponía un ejercicio de irresponsabilidad por parte del Gobierno español, la manifestación convocada para hoy en Donostia por la mayoría sindical vasca es una muestra de lo contrario. Es decir, es todo un ejemplo de responsabilidad política que, además, evidencia algo -un pensamiento, una sensación, un convencimiento...- palpable en amplios sectores de la sociedad vasca: que la situación derivada del continuo y sistemático recorte de libertades y derechos que realiza el Estado en Euskal Herria es grave y requiere de una respuesta unitaria por parte de abertzales y demócratas. El Gobierno, por boca de Pérez Rubalcaba, ha dejado claro que pretende hacer inviable una opción política, el independentismo, que a pesar de no partir en igualdad de condiciones, pese a estar constitucionalmente proscrita, sigue gozando de gran salud política y que hoy se hará notar junto con otras sensibilidades democráticas.

Sin embargo, no todo es tan positivo. No cabe ocultar que lo que no han sido capaces de lograr los políticos pese a que sus bases se lo han demandado abiertamente -la unidad frente a los ataques dirigidos desde Madrid, como mínimo, y la apuesta por abrir un nuevo ciclo que «blinde» la opción independentista y la equipare realmente al resto de opciones políticas legítimas, como máximo-, se ha logrado sólo en respuesta a una operación demencial y gracias una vez más al trabajo hecho previamente por los sindicatos vascos.

Dicho lo cual, hoy es un día para dejar de lado esas diferencias y alzarse como pueblo frente a la imposición y la sinrazón del Estado. Hoy están llamados a acudir a Donostia los que Juan José Ibarretxe solía llamar «vascos de buen corazón» junto a lo que Arnaldo Otegi denomina «pueblo abertzale de izquierda». El hecho de que, junto a los sindicatos convocantes, la izquierda abertzale, PNV, EA, Aralar y Alternatiba, entre otros, apoyen esta manifestación debería hacer reflexionar a los mentores de esa estrategia. O al menos a quienes les han dejado llevar las cosas hasta este límite, guiados por la falsa promesa de que favorecía sus intereses centralistas. Si no es por responsabilidad, que sea por realismo político.

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