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Joxean AGIRRE ARREGI I Sociólogo

Nada definitivo entre manos

La operación político-policial desarrollada esta semana contra significados militantes de la izquierda abertzale ha sacudido la escena política vasca hasta límites que seguramente sus promotores no esperaban. «No saben lo que han hecho», sentencia Joxean Agirre. En su artículo, no olvida que «cada vez que irrumpen en nuestras casas y sedes se llevan parte de lo que más necesitamos», pero también asegura que la agenda política de este país se ha modificado sustancialmente y que a partir de mañana mismo tiene nuevas citas y nuevos actores.

Sin duda, Jesús Egiguren es un fenómeno de la política vasca. Es capaz incluso de parecerse a sí mismo cuando miente. Y, también, es un superviviente nato que ha conseguido borrar la sombra de aquella condena por maltrato a su esposa que la Audiencia Provincial de Donostia le impuso en el año 1992. Pero vista su transmutación desde las conversaciones informales con la izquierda abertzale del ciclo 2003-2005 hasta el recién finalizado VI Congreso del PSE, otro apelativo, el de insumergible, es el que mejor encaja en su perfil. Cuando, el pasado miércoles, declaró ante los medios que no creía que los diez detenidos la víspera por la policía «tuvieran algo importante o definitivo entre manos», estaba poniéndole letra a la música militar que Pérez Rubalcaba y Garzón componían desde Madrid.

Una vez más, el político de Aizarna falta a la verdad desde el conocimiento absoluto de lo que está fraguando el conjunto de la izquierda abertzale: llevar el conflicto al terreno estrictamente político sobre unas bases democráticas previas. Y hacerlo sumando fuerzas con todos aquellos sectores que hagan de la independencia nacional su norte programático. Ni más ni menos, como llevaba meses filtrando y adelantando el conjunto de la prensa española. En este contexto, las declaraciones de Egiguren son especialmente repugnantes. Desnudan el grado de docilidad que muestra ante los timoneles de la estrategia de Estado que, hoy por hoy, hace bandera de la continuación del conflicto. A su vez, ilustran la credibilidad que tiene ese partido, sus guiñoles de portavocía y secretaría general.

No importa lo que ocurra en este país. Aunque pase por delante de las narices de buena parte de su clase política una oportunidad histórica para superar el conflicto, lo que realmente importa a los Egiguren de turno es cebarse con la gestión y la administración pública. Conservar el culo seco y bien pegado al sillón oficial, aún a costa de impregnar los peces con el bromuro mental y político del PP. En plena tormenta mediática derivada del caso Gürtel, la redada ordenada por la Audiencia Nacional deja a la vista el flanco que el estado es incapaz de blindar: la iniciativa política de la izquierda abertzale.

El pasado mes, ETA preguntaba a los gobernantes españoles si, en caso de que cesase la lucha armada, estarían dispuestos a dejar de lado la represión y a respetar un proceso democrático que posibilite la resolución del conflicto. La operación de esta semana es una respuesta diáfana. La represión es la apuesta que más réditos políticos reporta en este momento a sus impulsores y, también de forma nítida, la iniciativa política frontal y decidida es el único modo eficaz de combatirla y de neutralizarla.

Cada decisión, cada paso político tiene su propio tiempo de maduración y definición. No hay una sola idea, ni un solo camino, que lleven inexorablemente a la meta en cualquier escenario. El determinismo histórico borró de la faz de la tierra décadas de conquistas socialistas en el mundo, y otro tanto ha sucedido en otras latitudes y praxis revolucionarias del planeta. Por eso, el tiempo es hoy aliado y mañana el enemigo a batir. Lo sabemos, y en los últimos meses lo estamos comprobando y debatiendo. Como en tantas otras coyunturas y dificultades, la izquierda abertzale aprende, se equivoca, ensaya, acierta, se tropieza y abre camino sin aflojar la marcha. Los farsantes como Egiguren nos conocen bien.

La respuesta política a este nuevo atropello se puede articular de muchas maneras, claro está. La lógica del órdago gubernamental, armada y provocadora, busca una respuesta construida sobre el mismo eje, en el que el Estado se siente cómodo o, cuando menos, ganador. La clave de la ofensiva política de la izquierda abertzale, por lo tanto, debe conjugar dos elementos asociados y cruciales en el actual «tiempo político»: interpelar a Euskal Herria y redoblar la apuesta que tantos nervios genera en Madrid.

AEgiguren y a sus correligionarios hay que preguntarles si realmente piensan que con las detenciones de esta semana creen tener «algo definitivo entre manos». Una vez más, se llevan a las personas y dejan más determinación que nunca en la base militante de la izquierda abertzale. Los mismos cretinos que creen que mandando guardias civiles a Afganistán o mercenarios a los atuneros del Índico mitigan las contradicciones del imperialismo o el hambre en África, están detrás de la grotesca verborrea de Pérez Rubalcaba. Con violencia no hay política, repite, al tiempo que violenta cualquier apuesta política de un amplio sector de la sociedad vasca.

Y a Euskal Herria, a todas las personas que sienten la nación vasca y anhelan el estado vasco, hay que preguntarles de manera insistente cómo hacer ese viaje juntos. Cómo articular una estrategia a largo plazo, y de qué forma sumar y sumar desde el punto de partida, que no puede ser otro que una declaración de principios y un calendario para la acción política. Ha llegado el momento, inaplazable, de poner a andar la marcha que ayer tarde arrancó en Donostia. Todos los esfuerzos y reflexiones han de converger en una determinación tasada y constante por hacer del nuevo proceso político el cauce por el que avanzaremos los próximos años.

Ese será el nuevo escenario. El de la ilusión, el compromiso y el trabajo en común para articular políticamente la mayoría sociológica de Euskal Herria. La construcción del nuevo paradigma exige, por encima de todo, ingeniería y adhesión popular. Trabajo. Mucho trabajo, paciencia y voluntad para acompasar ritmos y culturas políticas. Y, además, ilusión. Es lo que la izquierda abertzale mejor sabe hacer, y nuestra principal tarea en los próximos meses.

No saben lo que han hecho. De verdad lo digo y pienso. La fotografía de ayer es muy significativa, pero que no le quepa duda al Estado de que no va a ser de las que pronto amarillean en las hemerotecas. Cerramos esta semana con Sonia, Arkaitz, Joanes, Rafa, Miren, Iurgi, Aratz, Iker, Ainhoa, Jagoba, Jon, Josu, Gorka, Julen, Ibai y Arnaldo en la cárcel o camino de ella. No hay duda de que cada vez que irrumpen en nuestras casas y sedes se llevan parte de lo que más necesitamos. A algunas de las personas que más apreciamos y queremos. Pero desde el lunes la agenda del cambio político en Euskal Herria tendrá nuevas citas y actores. La oferta política de la izquierda abertzale es imparable, y miles de personas ya están trabajando para extenderla y socializarla. Mientras tanto, el único auto que esperamos del juez Garzón es aquel en el que se declare incompetente y ajeno a la vida política vasca.

Que no lo olviden: nada se termina mientras lo tenemos entre las manos. Y lo importante y definitivo para la izquierda abertzale es que el esfuerzo por alcanzar un escenario democrático sea recogido por cientos de miles de manos más. Esto es imparable y vamos a ganar.

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