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MULTITUDINARIA MANIFESTACIÓN EN DONOSTIA

Una multitud exige la libertad de los encarcelados con un ejemplo de unidad por la solución democrática

«Efecto bumerán». Éste era uno de los términos más utilizados ayer entre el túnel del Antiguo y el Boulevard, un recorrido que llenó casi completamente la convocatoria de la mayoría sindical. La última agresión estatal ha dado pie, en cuatro días, a una imagen de futuro.

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Ramón SOLA- Gari MUJIKA |

La bahía de La Concha se asemeja a un bumerán en su forma. Y ayer, lo fue más que nunca. Una movilización masiva e inusitada por su composición devolvió el golpe, en respuesta a unas detenciones que han sido interpretadas unánimemente en Euskal Herria como un ataque contra las opciones de cambio de escenario. El Gobierno español decidió llevarse a nueve representantes de la izquierda abertzale el martes y, en sólo cuatro días, ayer se encontró con más de 37.000 abertzales unidos en las calles por primera vez en mucho tiempo.

La manifestación desbordó las previsiones de la mayoría sindical vasca, que era la convocante. También las del Gobierno español, cuyo ministro de Interior apareció ayer desconcertado por la lluvia de adhesiones. Y las de los medios madrileños: Efe habló de «multitudinaria manifestación»; ``El Mundo'', de «decenas de miles de personas»... En realidad, el acto lo desbordó todo, también el control instalado por la Guardia Civil en Zarautz -sólo sirvió para molestar-, el reloj -casi a las 18.00 seguía saliendo gente- y la ciudad entera -el recorrido se abarrotó casi de inicio a fin, desde el túnel de Ondarreta hasta el Boulevard-.

Hay que remontarse siete años, hasta el cierre de ``Euskaldunon Egunkaria'', para encontrar una movilización similar en la capital guipuzcoana. La marcha partió con puntualidad británica, a las 17.00, y desde el túnel no dejarían de partir manifestantes hasta las 17.57, en una romería interminable. Sólo nueve minutos después de ello, a las 18.06, la cabecera llegaba a la meta del Boulevard para dar inicio al acto final. Sobra decir que más de la mitad de los manifestantes no llegaron ni a acercarse a este punto. Y lógicamente no existe una sola imagen en que se vea a todos los participantes, ya que cuando los últimos estaban aún en La Concha los primeros ya habían doblado varias curvas hasta llegar a la parte final.

Una tarde de abrazos

Tampoco había cámaras todavía cuando Rufi Etxeberria llegó al inicio de la calle Matía, junto a la abogada Jone Goirizelaia. Allí esperaban decenas y decenas de representantes de la izquierda abertzale, muchos de los cuales ya han conocido la cárcel por su actividad política (Karmele Aierbe, Asier Imaz, Iñaki Olalde, Jon Gorrotxategi, Ino Galparsoro, Amparo Lasheras...) Pero antes, Etxeberria fue abordado con efusividad por Adolfo Txiki Muñoz, secretario general de ELA, y por su antecesor, José Elorrieta. Luego harían otro tanto dirigentes de EA como Pello Urizar y Maiorga Ramírez, del PNV como Joseba Egibar, y tantos y tantos otros. «Quienes quieren la paz desde la palabra, merecen nuestro apoyo», afirmaba Egibar.

La fotografía recordaba la de la manifestación por los presos de hace diez años, tras el Acuerdo de Lizarra-Garazi, aunque en la de ayer no estaba Arnaldo Otegi tras haber sido enviado a Soto del Real junto a Rafa Díez, Sonia Jacinto, Miren Zabaleta y Arkaitz Rodríguez. Y con la diferencia de que esta vez en la primera fila estaban los sindicalistas, con Ainhoa Etxaide multi- plicándose para hacer declaraciones tras la irrupción en la sede de LAB de Donostia.

La satisfacción de los convocantes era muy elocuente: «Por encima de las diferencias, hemos hecho una oferta para que la gente responda», afirmaba Etxaide. Y respondió, cada uno con sus razones

El ex presidente del Athletic José María Arrate las explicaba a GARA sin pelos en la lengua: «He venido porque como esto se prolongue en el tiempo, vamos a acabar como con Franco. Antes de que nos metan los tanques, habrá que decir al menos que no estamos de acuerdo». A su lado caminaba el periodista deportivo Josu Loroño, que no era menos crítico: «Esto ha sido un atropello. Y se están riendo de los vascos, se están riendo. Eso hay que cortarlo como sea».

Xabier Mikel Errekondo, antes balonmanista y ahora alcalde de Usurbil por la izquierda abertzale, había sido uno de los primeros en llegar al Antiguo. No se declaraba sorprendido por la última redada, pero sí convencido de la apuesta y de las posibilidades futuras: «Aquí se ve que este pueblo es consciente de la injusticia. El Estado se ha dado cuenta de cuál es el camino que se quiere recorrer, y está incómodo».

Cerca suyo, Fermintxo Irigoien, concejal de Berriozar que acaba de ser obligado a declarar en la Audiencia Nacional, destacaba también «el ansia de libertad de este pueblo. Es más que significativo que el PNV esté aquí: seguramente no lo hace por convicción, sino porque no tiene otro remedio». ¿Tendrá la última redada un efecto bumerán? «Ya veremos», era la respuesta más escuchada desde los distintos participantes, en tono cauto, pero a la vez con la convicción de que ayer se puso un primer jalón importante para el trabajo conjunto.

Los miembros de Aralar, menos habituados a la represión, sí se declaraban más sorprendidos por la redada. Mikel Basabe, por ejemplo, afirmaba no entender «por qué Aralar sí valía cuando surgió, y a día de hoy se niegue la posibilidad de hacer política a los detenidos».

«Sabotaje» y «boicot»

En todas las declaraciones había una constatación común: al Gobierno de Zapatero y Rubalcaba se le ha visto el plumero con estas detenciones. Basabe hablaba de «sabotaje». Pello Urizar, de EA, de «ataque directo para entorpecer un proceso político para la solución del conflicto». Txiki Muñoz añadía que «el Estado tiene miedo a aquello que no controla, a que la sociedad vasca aborde de forma civil y democrática la confrontación». Y Jone Goirizelaia hablaba rotundamente de «boicot», pero aseguraba que la oferta que define la izquierda abertzale no va a poder ser frenada: «Hay dos estrategias: boicotear por la vía de la represión o seguir avanzando hacia un escenario democrático».

Los gritos lanzados durante la manifestación iban en sintonía con este diagnóstico. Se escucharon con fuerza «Demokrazia Euskal Herriarentzat» e «Independentzia», además de, como es obvio, «Atxilotuak askatu». En el momento inicial sonaron ánimos como «Jo ta ke, irabazi arte». Y durante toda la marcha hubo muestras de apoyo para los presos políticos vascos -«Presoak kalera, amnistia osoa»- y denuncias de la desaparición de Jon Anza.

Desde numerosos pueblos señalaban que los autobuses se habían llenado. A algunos, la Guardia Civil les esperaría en la vuelta. Fue el caso de los que partieron de Iruñea, que se encontraron con un potente control en el peaje de Zuasti.

Deportistas, actores...

Pero los participantes hablaban, sobre todo, del futuro. Y el primer paso, puesto ayer, es el de la unidad contra la represión y por la soberanía. Pello Urizar abogó rotundamente por «no quedarse en esta manifestación e ir más allá». En otras palabras, planteó que la foto de ayer no se quede en una mera curiosidad histórica.

Tras la pancarta llevada por miembros de ELA, LAB, ESK, STEE-EILAS, EHNE e HIRU había también representantes de Hamaikabat o Alternatiba. También políticos de trayectoria muy larga, como Sabin Intxaurraga, Ramón Labayen, José Ramón Beloki o Miren Azkarate (otros más debieron pasar desapercibidos entre la multitud), sin olvidar a Tasio Erkizia, Itziar Aizpurua o Eugenio Etxebeste. La dirigente de Corriente Roja Ángeles Maestro llegó a la carrera, pero llegó. Y Paul Ríos, de Lokarri, tampoco faltó.

Hubo muchos más, aunque buscar caras entre tal multitud no era nada fácil. Periodistas como Josu Juaristi -director de GARA-, Martxelo Otamendi -de ``Berria''-, Odile Krutzeta, Joxerra Bustillo, Jabotxa Fernández o Gaizka Aranguren; bertsolaris como Mikel Mendizabal o Jon Maia; deportistas como Mikel Astarloza; actores como Mikel Losada, Gotzon Sánchez o Dorleta Urretabizkaia; escritores como Edorta Jiménez... Abertzales y demócratas, en suma, más de 37.000. Todo un gigantesco bumerán del Antiguo al Boulevard.

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