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Hora de concretar la definición de una nueva práctica política

La multitudinaria manifestación que ayer abarrotó las calles de Donostia en respuesta a la última operación contra la izquierda abertzale reflejó, a un tiempo, rabia e ilusión; rabia por el encarcelamiento de Arnaldo Otegi, Rafa Díez, Arkaitz Rodríguez, Miren Zabaleta y Sonia Jacinto (que coincidió en el tiempo con las detenciones de los encausados de Gestoras pro-Amnistía y Askatasuna), e ilusión porque la fotografía de ayer puede y debe servir para aunar esfuerzos entre todos aquellos que desean realmente llevar a este país a un escenario verdaderamente democrático. O, al menos, puede servir para vislumbrar que pretenderlo y trabajar para ello es, además de factible y necesario, una obligación para cualquiera dispuesto a escuchar a esta sociedad.

Y lo que una parte mayoritaria de esta sociedad quiso proclamar ayer bien alto, tanto con su presencia como con la representatividad alcanzada, es que no acepta ni montajes ni autos judiciales o ministeriales impresentables que sólo buscan perpetuar el conflicto y quebrar ofertas políticas claves para este país; que no acepta que le quiten la esperanza; que frente a las líneas que el Estado ha querido marcar con esta operación (subrayadas ayer mismo de nuevo por el ministro de Interior español, Alfredo Pérez Rubalcaba, pero también por el lehendakari, Patxi López), está Euskal Herria. Y que está harta de tanta detención y encarcelamiento impune a costa de las libertades civiles y políticas más elementales, a costa del futuro de este país. Porque lo que el Estado español no quiere entender (o, más bien, entiende perfectamente y por eso mismo quiere acallarlo con todas sus armas) es que las personas detenidas el pasado martes son futuro. Si algo demostró la manifestación de ayer, si algo destacaban las decenas de personas con las que este periódico habló en las calles de Donostia, es que es necesario avanzar con más convicción si cabe en ese trabajo de futuro para cambiarle el paso al Estado y abrir un nuevo ciclo que desemboque en un marco democrático en el que la sociedad vasca pueda elegir y decidir lo que quiere ser. Todos, incluso aquellos partidos o medios plegados a la estrategia del Ministerio de Interior, han coincidido en interpretar la detención de Arnaldo Otegi, Rafa Díez, Arkaitz Rodríguez y el resto de militantes independentistas como un intento de frenar el trabajo de la izquierda abertzale en esa dirección. Y algunos de esos reconocimientos expresos han sido cierta- mente esclarecedores de las razones últimas de la operación del Gobierno español, que nada tienen que ver con tantas necedades vertidas en las acusaciones y sí mucho con el hecho cierto y contrastado de que al Gobierno de Zapatero, Rubalcaba y compañía le «incomodan las iniciativas políticas de Arnaldo Otegi», porque es precisamente ese carril estratégico el que no podrá contener ni detener.

Pero la manifestación de Donostia también reflejó incertidumbre, porque sólo el tiempo, la voluntad y el compromiso de unos y de otros dirán si la reacción de ayer fue sólo un gesto, una respuesta puntual, una necesidad particular, o un reflejo honrado y plenamente consciente de algo mucho más serio. No es la primera vez que, tras una reacción a un hecho concreto, se emplaza a todas las partes a trabajar unidos y sin descanso desde el momento mismo en que concluye una respuesta puntual. La sensación que flotaba ayer era que ni estas detenciones son «una más» ni el momento para este país es «uno más». El modo en que cada cual sabrá o querrá marcar y plasmar esa diferencia fijará a su vez en qué punto nos encontramos. Es, por lo tanto, trabajo de todas las personas y agentes presentes o representados ayer en las calles de Donostia demostrar que apuestan verdaderamente por superar la actual situación.

Aunar fuerzas en la dirección correcta, reconocer honesta y abiertamente los errores de cada cual y realizar sobre todo una apuesta decidida y sostenida por el cambio y la apuesta política debe exigirse a todos, absolutamente a todos los agentes implicados en abrir un ciclo que desemboque en un proceso democrático y de resolución para Euskal Herria.

Un potencial enorme que ilusiona... o asusta

La definición de una nueva práctica política en esos parámetros será el embrión de ese escenario. Esa definición servirá, por extensión, para que la sociedad ubique dónde está cada cual, si en el mero gesto o la respuesta puntual e interesada para no quedarse fuera de una fotografía (la de ayer) con un potencial enorme, o en una apuesta de calado y recorrido.

Es momento para apuestas, decisiones e iniciativas firmes. Es hora de que cada cual demuestre realmente si la apuesta y su potencial le atraen, convencen e ilusionan hasta el punto de implicarse con voluntad sincera. La manifestación de ayer sirvió, además de para exigir la libertad de los encarcelados (y, como consecuencia lógica, el fin de la vulneración de los derechos civiles y políticos en este país), para evidenciar que hay fuerza suficiente para sostener lo que en el titular de nuestra primera página calificamos de ejemplo de unidad para una solución democrática.

Será responsabilidad de todos estar a la altura.

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