He escuchado tantas veces decir que Garzón es poco menos que un picapleitos de tercera que no termino de encajar todas las piezas. Si es tan torpe, ¿por qué no lo echan?

Ayer Antonio Martín Beaumont, un derechón que pasta en «El Semanal Digital», arrojaba un poco de luz sobre el asunto. Parece interesante la reflexión: «España no sería la misma sin Baltasar Garzón. Durante dos décadas sus actividades han alimentado portadas de periódicos y abierto telediarios. (...) está de moda decir que Garzón no sólo es un juez parcial sino que además ignora los rudimentos técnicos de su oficio, al menos como instructor. Lo primero es complicado discutirlo a estas alturas. Sobre lo segundo, sin embargo, existen más dudas». Veamos cómo lo explica Beaumont.

Empieza por ubicarlo políticamente, sin duda, en las filas del PSOE: «Que Garzón es hoy un juez politizado, desde luego, lo parece. Abre los procesos que quiere, como quiere y cuando más le conviene, que suele ser -ahora- al ritmo de los medios afines al socialismo. Así fue su intervención tanto en los prolegómenos del 11-M como en las últimas causas abiertas por la Guerra Civil. Así sigue siendo con el caso Gürtel, más `filtrado' que instruido, donde se ha buscado sobre todo condenas de periódicos y acabar con la reputación del PP antes que pruebas judiciales». Eso mismo lo hemos padecido en estos pagos durante muchos años y nadie protestaba.

Pero hay más, y lo mejor de todo viene al final, en el desenlace de la peli, cuando va el bueno le quita la careta al malo:

«Resulta complicado imaginar que Garzón, con su experiencia, ignore que su instrucción del caso Gürtel, incluyendo la vulneración del secreto de comunicación entre abogado y defendido, pueda terminar anulando el proceso. Cosa, por cierto, que al PSOE le vendría de perlas. ¿Se imaginan un Gürtel sin sentencia? ¿Una sospecha eterna de corrupción contra el PP sin condenas ni absoluciones? Vamos, el limbo de Garzón». Por una vez, no parece descabellada la hipótesis de Beaumont.