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Crónica | Fotos de presos en Zarautz

Solidaridad y compromiso, receta para persistir

Mientras que la Policía al mando de Rodolfo Ares se ha esmerado para borrar todo emblema de solidaridad hacia los presos políticos vascos, los rostros de los prisioneros zarauztarras Haimar Arozena, Mikel Larrañaga, Joseba Permach, José Mari Pérez, José Antonio López Ruiz y Ekaitz Sirvent salen a la calle cada viernes.

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Oihana LLORENTE

Los zarauztarras no se han dejado someter por la caza de brujas contra las fotografías de los presos emprendida por el Ejecutivo de Lakua y, a sabiendas de que les puede suponer cuando menos una imputación e incluso algún viaje a la Audiencia Nacional española no han dejado de portar esas fotos en las concentraciones semanales de los viernes.

Desde que portar una fotografía de un represaliado es sinónimo de «enaltecimiento del terrorismo», los cerca de 150 zarauztarras que se reúnen cada viernes decidieron aportar un granito de arena más en la solidaridad hacia los presos políticos elaborando un listado de personas dispuestas a pedir el permiso para la concentración. «Si una misma persona es la que siempre lo solicita, siempre será más facil que salga imputada; pero si cada semana va rotando, deberían de imputar a decenas», manifiestan los participantes en la encartelada.

Desde Zarautz apuntan que han sido dos los encontronazos que han tenido con la Ertzaintza desde que se abriera la veda contra las imágenes de los 742 presos que componen a día de hoy el Colectivo de Presos Políticos Vascos.

La semana pasada, cuando los ciudadanos desfilaban en manifestación, la Policía autonómica aprovechó la ocasión al encontrar a tres madres con las imágenes de sus hijos al final de la marcha para intentar arrebartarles las fotos, sin éxito.

En la cita de hace dos semanas la Ertzaintza intentó identificar también a la madre de otro preso político porque portaba la imagen de su hijo. Al negarse, el agente le aseguró que iba ser imputada, pero el ciudadano que estaba a su lado cogió la imagen del preso y retó al ertzainza para que lo imputara a él también. El gesto de aquel vecino fue copiado por todos los congregados y los rostros de los presos políticos vascos fueron pasando de mano en mano hasta que los policías se dieron por vencidos.

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