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El Frente Democrático Unido de Sudáfrica, ¿referente para un polo independentista vasco?

Frente Democrático Unido. Éste era el nombre de la plataforma que en los años 80 posibilitó que el Congreso Nacional Africano -entonces vetado- empezara a hacer política legal. El experto en resolución de conflictos Brian Currin ha confirmado que hizo un estudio sobre ese fenómeno a petición de la izquierda abertzale.

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Ramón SOLA

Sudáfrica está a unos 8.000 kilómetros de Euskal Herria y el Frente Democrático Unido se creó hace más de un cuarto de siglo, pero Brian Currin considera que puede ser un referente válido para avanzar hacia una solución al conflicto vasco. Entre otras cosas, aquella coalición transitoria fue la fórmula que permitió al Congreso Nacional Africano, entonces ilegal, superar el veto oficial. Y en sólo cuatro años de trayectoria, tuvo el efecto de apuntalar una apuesta política que se desarrollaría en plenitud tras la apertura de un escenario democrático, entrados ya los años 90. Hoy el Congreso Nacional Africano gobierna el país, ininterrumpidamente desde 1994. Y, lo que es más importante, el conflicto del apartheid ha pasado a la historia.

Sudáfrica es fuente de inspiración para los líderes de la izquierda abertzale hace ya bastantes años. Aunque Irlanda siga siendo el referente más similar y más cercano, Sudáfrica guarda más similitudes con Euskal Herria en aspectos como la pujanza de los sindicatos o la existencia de un buen número de organizaciones capaces de confluir con el Congreso Nacional Africano. Ese precisamente fue el embrión del Frente Democrático Unido (UDF, por sus siglas en inglés).

Currin desarrolló el miércoles en Donostia esta experiencia, que puso por escrito en verano de 2008 a petición de la izquierda abertzale. El objetivo resulta evidente: analizar si aquel polo anti-apartheid puede ser fuente de inspiración para un núcleo independentista en Euskal Herria.

Un espacio para la acción política

Brian Currin admite que el Congreso Nacional Africano (ANC) impulsó aquel foro en parte por necesidad. La mayoría de sus líderes estaban en el exilio o presos (Nelson Mandela llevaba para entonces casi 20 años en la cárcel). «Pretendían crear un espacio político para poder operar legalmente. Desde 1960 hasta principios de los años 80 no había oportunidad real alguna para los auténticos opositores del apartheid. Estaban oprimidos y explotados más allá de lo que cualquiera pueda imaginar. Cualquier esfuerzo de acción política era destruido automáticamente. Así que esa comunidad se dio cuenta de que para poder participar en política era necesario crear una estructura que no fuera prohibida».

UDF, evidentemente, era mucho más que eso. Brian Currin apuntó que «no todos sus miembros estaban en línea con ANC». Esa unidad de acción se lanzó en 1983 y se plasmó en movilizaciones, huelgas o boicots. El Frente compatibilizó la acción contra la represión con la promoción del diálogo para buscar una solución al conflicto. Su recorrido fue abortado en 1987: el Gobierno racista decidió prohibirla y encarcelar a sus líderes. Pero, según subraya Currin, en estos años se había sembrado una semilla que daría frutos pronto: «Se había logrado un nivel de estructuración política como nunca había existido en las organizaciones negras. Si no hubiera sido por esa labor, en 1992, cuando se legalizó el ANC, habría sido mucho más difícil hacer trabajo político».

Currin aseguró en el Kursaal que existen similitudes con la situación en Euskal Herria. Detalló, por ejemplo, que los miembros de UDF «durante esos cuatro años cruzaron las fronteras muchas veces para hablar de estrategias. No siempre estaban de acuerdo, pero el Congreso Nacional Africano en el exilio entendía que era necesaria una estrategia política para los que estaban dentro del país. ANC permitió, pues, tomar un punto de vista distinto a quienes estaban en el país. Y, a su vez, a éstos nunca se les exigió condenar la violencia, porque en Sudáfrica no hubo nada equiparable a la Ley de Partidos Políticos».

En suma, «ANC siguió la lucha en el exilio, pero todo esto funcionó bastante bien», explicó Brian Currin. Aclaró que había dos factores extras que lo posibilitaron. El primero, que «la comunidad internacional detestaba el apartheid, y llegaba a tomar compromisos con la lucha armada. Activistas operaban desde misiones instaladas en embajadas detodo el mundo. ¿Por qué lo permitían si era terrorismo? Por pragmatismo político. Cerraron los ojos». Y añadió que, en paralelo, «la estrategia de la violencia armada no tenía ningún impacto en la decisión internacional de apoyar a ONGs que, a su vez, eran parte de ANC», lo que permitió al Congreso Nacional Africano aprovisionarse de fondos.

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