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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Ahora, a devolver competencias

A Teo Uriarte se le han encendido las luces rojas cuando ha escuchado a Patxi López decir algo sobre reformas estatutarias. Aunque López se desdijo a los pocos segundos, a Uriarte se le debieron de poner los pelos como escarpias.

Lo escribía en «El País», en un artículo que empezaba aplaudiendo con las orejas: «en Euskadi se empieza a apreciar en lo educativo, no sólo en la política de orden público, la coherencia con el cambio político que debe protagonizar el nuevo Gobierno. Es tal la normalidad y concierto que de ser Euskadi el mal ejemplo del resto de los españoles nos estamos empezando a convertir en el país admirado, ayudado sin duda alguna por los excesos histriónicos del PNV y por la incapacidad de ETA de proseguir con su terrorismo». Mira qué rápido ha resuelto Patxi López todos los problemas del país, que no son pocos, ni mucho menos. Es un hacha el tío.

Ahora empiezan los problemas. Y es que le atenaza un temor: «Y si en lo político la cosa va bien, ¿por qué hay que meterse en el fregado de cambiar el Estatuto? ¡Es que son como niños; no pueden quedarse quietos! Como si no quedara tarea en reconducir muchas cuestiones».

No se crean que se queda ahí. Profundiza todavía más en el mismo asunto: «Si tuviéramos una cultura federal de la descentralización los experimentos podrían pasar. Luego, si no funcionan, se le devuelve a la Administración central lo que ella hacía mejor». Ya empieza a mostrar la patita peluda, y no tarda en llegar lo demás.

La cosa es que ahora Uriarte ha empezado a añorar aquellos años del centralismo férreo y la riqueza de sus pueblos de España: «Pero en España la descentralización no es tanto una cuestión de funcionalidad, donde el federalismo encaja, sino de poder, que grupos periféricos tengan más poder, lo que nos desliza al confederalismo. Si fuéramos de verdad federalistas hace tiempo que las autonomías hubieran devuelto Protección Civil; en muchos casos Sanidad, y la de Educación hubiera sido una de esas competencias compartidas». Parece que no hay como un converso, ¿verdad?

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