Los europeos, tanto en la televisión como en el cine, son los que más han desarrollado las técnicas documentales para captar la vida animal bajo el agua. El mundo submarino que refleja la aventura oceanográfica desplegada en «El viaje de la tortuga» implica una auténtica odisea, y la labor del realizador Nick Stringer consiste en hacerla comprensible al ser humano. Para meterse de lleno en el cascarón de la tortuga se ha buscado la voz femenina de una narradora, que en la versión original inglesa es la de Miranda Richardson, sustituida en la doblada al castellano por una reconocible Blanca Portillo.

El operador Rory McGuinness ha utilizado además un tipo de cámara subjetiva, tratando de ver las cosas a través de los ojos del animal. El largo periplo de la tortuga marina del Atlántico empieza en las cálidas costas de Florida para llegar hasta las playas de África, cruzando las aguas heladas del Norte. Nick Stringer ya tenía experiencia previa en filmaciones submarinas con los delfines, pero nunca antes se había enfrentado a una experiencia semejante. Todo el esfuerzo de producción merecía la pena, puesto que solamente una de cada mil tortugas sobreviven a tantos kilómetros de recorrido, así que el reflejar ese triunfo selectivo de la naturaleza exigía estar a la altura del reto.