Una vez más se ha estrenado noviembre con el invierno. ¿O ha sido al revés? Cuesta creer que sólo hace un par de semanas estuviéramos disfrutando de un sol radiante, de cielos azules y de buen tiempo. Una estabilidad atmosférica que impedía cualquier movimiento vertical de aire y la formación de nubes. Y ha tenido que ser la invasión de aire frío en capas altas de la troposfera el desencadenante de un cambio tan serio.

Y de la estabilidad absoluta hemos pasado directamente a la más absoluta inestabilidad. Un desequilibrio atmosférico que se ha manifestado con nevadas que han obligado a emitir los primeros boletines de peligro de avalanchas, con precipitaciones que han sacado de sus cauces a algunos ríos, con alturas de olas que han paseado a las costas cantábricas por los telediarios y con fortísimos vientos.

Pero si ha habido una noticia particularmente sobrecogedora ha sido la muerte de dos hermanas catalanas, por hipotermia, el sábado pasado en el Puigmal. Al parecer, aunque salían habitualmente por la zona y la conocían bien, les sorprendió un cambio brusco de tiempo. Nieve, fuertes vientos, sensaciones térmicas en torno a los -25º C y una mala visibilidad fue demasiado a lo que hacer frente con el escaso equipo que llevaban en esos momentos.

Si tenemos en cuenta que la inestabilidad es más complicada en las zonas montañosas, que eso se traduce en cambios más rápidos de tiempo, y que el empeoramiento estaba previsto, deberíamos aprovechar la ocasión para reflexionar al respecto y pensar hasta que punto tenemos que salir al monte bien equipados, sabiendo a dónde vamos y el tiempo que se espera mientras allí estemos.