En un teatro vacío
Josu MONTERO | Escritor y crítico
Mientras ven una tele situada allá en lo alto, uno de los monigotes de El Roto le advierte al otro: «No hagas caso, nos quieren entretener con la actualidad para que nos olvidemos del presente». Esta viñeta del ácido y lúcido humorista explica perfectamente cúal ha de ser el norte del teatro.
«El teatro es realizable, te hace sentir que las cosas son posibles», afirma el director y dramaturgo argentino Claudio Tolcachir; por tercera vez ha cruzado el charco para volver a ofrecer su exitosísima primera obra: «La omisión de la familia Coleman», que ayer se pudo disfrutar en el Principal de Gasteiz y que los días 21 y 22 subirá al escenario del Arriaga. También ha traído su segunda creación: «Tercer cuerpo», que se podrá ver en el Barakaldo Antzokia justo antes de Navidad y en la que vuelve a viajar al interior de los comportamientos humanos desviados -y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra-. Tolcachir es de la opinión que los momentos de crisis son especialmente favorables para el teatro, porque la esencia del teatro no es otra que el conflicto, la crisis; de hecho hace unos años, en la época del corralito, el teatro porteño registró un terremoto de altísima y sorprendente creatividad. El propio Tolcachir es hijo de aquella eclosión, uno de sus más jóvenes frutos; ahora tiene 32 años, pero desde hace once dirige en su propia casa una escuela de investigación teatral que es también una sala de exhibición con un aforo de 50 personas -que pronto serán 200-. El nombre de su compañía, Timbre 4, hace referencia a las quejas de sus vecinos por las equivocaciones de quienes acudían al teatro.
De comportamientos humanos desviados -comportamientos desviados en la intimidad más secreta y también en la estructura social y/o política- y de cómo ambos están terriblemente conectados habla también «La caja Pilcik», obra con la que el dramaturgo catalán Carlos Bé obtuvo exaequo el Premio Serantes 2008 para textos teatrales y que hoy estrena en el Festival de Teatro de Santurtzi la compañía Mosaico Mercurio. En un thriller pavoroso y con el telón de fondo de la pederastia, Bé aborda desde una perspectiva insólita la eterna cuestión del poder: el de un estado sobre sus ciudadanos y el de un ser humano sobre otro más débil e inocente; el sometimiento reconocido y aceptado y el sometimiento oculto y prohibido. Un desasosegante cuento de hadas con Bosque, Casita de chocolate y Ogro comeniños. Un érase una vez que sigue siendo hoy mismo.
«La casa roja» se titula significativamente el libro con el que el estupendo y sorprendente poeta Juan Carlos Mestre obtuvo hace unas semanas el Premio Nacional de Poesía. Hay en él un poema titulado «Tadeus Cantor», algunos de cuyos versos dicen así: «En un teatro vacío ya no viven personas recordadas por otros. / En un teatro vacío la meditación de la noche coloca trampas en los senderos. / Hay un cadalso para la primavera en cada teatro vacío. / Hay bolsas de basura con las circunstancias del pánico. / Hay una fraternidad de lo oscuro pudriendo el aliento. / En un teatro vacío el método de los conformistas orina sobre la realidad de las falsificaciones. / Un teatro vacío es un muchacho fusilado en el bosque. / Un terrón de azúcar bajo la lengua de los matarifes deja la vida en un teatro vacío. / En un teatro vacío prospera la oratoria de las aniquilaciones. / Un teatro vacío es un país abandonado por gente como nosotros».