Juan GELMAN (2009/11/12)
Otro dilema para Obama
El asesinato ¿a sangre fría? de doce soldados y un civil en la base militar de Fort Hood, la más grande de EEUU, ha desatado especulaciones diversas sobre las razones que llevaron al mayor Nidal Malik Hassan a perpetrar semejante crimen. Nunca fue destinado a Irak o Afganistán, pero como psiquiatra del ejército trató decenas de casos del llamado síntoma de stress postraumático que padecen muchos veteranos a la vuelta de esas guerras. ¿Experimentó esos conflictos como si hubiera participado en ellos, haciendo suyos los sufrimientos y las miserias de quienes tal vez no duermen asaltados por recuerdos horribles de lo que hicieron o no hicieron o simplemente presenciaron? ¿Fue un rapto emocional, entonces? Hay otra versión: Hassan habría actuado en total posesión de sus facultades. (...)
La primera versión oficial de la matanza indicaba que ésta nada tenía que ver con Al Qaida: los servicios de inteligencia escrutaban minuciosa y permanentemente a Hassan por su pertenencia religiosa y no encontraron, durante años, elementos que lo involucraran en actividades terroristas (www.nytimes, 8/11/09). Entre paréntesis, cabe preguntarse cuántos de los diez millones de musulmanes que viven en EEUU son objeto de la misma vigilancia. Por lo demás, el mayor tenía un comportamiento curioso para los integristas de su fe: frecuentaba un club de strip tease cercano a la base militar, permanecía seis o siete horas mirando el espectáculo (...). El Edén seguramente no lo espera.
Se habla, sin embargo, de unos correos aparecidos en Internet y procedentes de la base que elogiaban el terrorismo suicida y se atribuyen a Hassan. Se averiguó que éste concurría en el 2001 a una mezquita en Virginia que el FBI vinculó con dos terroristas del 11/9 (...).
Obama enfrentaba un dilema para la nueva definición oficial del caso. Decir que «es un hecho aislado» producto del impulso irracional de un psiquiatra compasivo y fatigado de escuchar historias pavorosas. O atribuirlo a Al Qaida. Si lo primero, subrayaría los estragos mentales que la guerra causa en los veteranos estadounidenses que la sobreviven. Si lo último, podría servirle para justificar el envío de tropas a Afganistán, pero surgirían otras preguntas: ¿Al Qaida opera nuevamente en EE.UU? ¿Para qué sirven, entonces, tantas medidas de seguridad que recortan los derechos civiles de los estadounidenses?.