CRÓNICA Jornadas sobre el socialismo del siglo XXI
«El gran enemigo es la uniformidad»
Un igualitarismo que garantice la diversidad personal y la justicia social, el ecologismo y la senda hacia la desaparición del Estado son algunas de las señas de identidad de la izquierda del futuro que ayer se apuntaron en donostia durante las jornadas de refle- xión sobre el socialismo del siglo xxi.
Fermin MUNARRIZ
El dramaturgo y ensayista Alfonso Sastre y el filósofo Joxe Azurmendi inauguraron ayer por la tarde en el centro cultural Koldo Mitxelena de Donostia la decimocuarta edición de los «ASKEncuentros» organizados por la asociación que lleva al nombre del escritor de teatro. Bajo el enunciado «En defensa de la humanidad», las tres jornadas consecutivas versan en esta ocasión sobre el socialismo del siglo XXI.
Fue el propio Alfonso Sastre quien abrió el fuego de las reflexiones expresando la inquietud sobre la supervivencia de la humanidad y abogando por un ecologismo activo como frente prioritario del nuevo socialismo. El escritor apuntó también la vigencia del legado anarquista y se interrogó sobre el papel del Estado como estructura de la que, de acuerdo con otros pensadores marxistas, sólo se precisa de forma transitoria, temporal. «¿Estaremos ante la paradoja de soñar con la desaparición del Estado y no poder prescindir de él?», se preguntó.
Sastre reconoció el valor de los análisis de algunos teóricos marxistas que se enfrentaron al estalinismo y a la burocracia de los países comunistas y abrieron el camino hacia la ecología. Destacó entre ellos al filósofo Wolfang Harich, de la antigua RDA, encarcelado por disidente y posteriormente rehabilitado. Al hilo de la preocupación por el deterioro de la naturaleza y el papel que debe desempeñar la izquierda en el rescate del planeta, apostó por «la hermandad» del marxismo y el ecologismo.
Calificó la uniformidad como «el gran enemigo de la humanidad» y, en esa línea, consideró que el nuevo socialismo debe abogar por un igualitarismo que implique la igualdad de oportunidades y de opciones, «de las que sólo serán excluidas la pobreza y la opulencia». La salud y el conocimiento serán bienes comunes -auguró-, «lo que permitirá el surgimiento de las diferencias». Retomando el tema de la uniformadiad, Sastre recurrió a un símil teatral para opinar que la actual sociedad neoliberal oculta bajo una colección de máscaras aparentemente diversas «el rostro único de la conformidad».
La condena de la violencia
En su turno de exposición, el filósofo Joxe Azurmendi abordó en euskara, desde la experiencia actual de Euskal Herria, el tema de la condena de la violencia de ETA y la coerción del Estado para controlar la conciencia de los ciudadanos. «¿Por qué se exige condena de la violencia a quien no la practica?»¸ se preguntó. Para responder a ésta y otras cuestiones en ese ámbito, el filósofo recurrió a un imaginario analista que, renunciando a la acción, odiando las armas o asqueado de la política, sería censurado por no pronunciarse en contra de los particulares que emplean la violencia contra el poderoso. En un Estado democrático, argumentó, «se castigan las acciones, no las ideas ni mucho menos las intenciones».
Azurmendi recurrió a filósofos como Spinoza y su «Tratado teológico-político», en el que «se hace ver que en un Estado libre es lícito a cada uno no sólo pensar lo que quiera, sino decir aquello que piensa». Recordó que este libro está escrito en el siglo XVII para demostrar «el tiempo que necesitan algunas ideas para llegar, o no llegar todavía, a la santa España». Señaló, en ese sentido, la inacabable trayectoria de persecución ideológica y política del reino peninsular.
Pero, en opinión de Azurmendi, el problema no es banal, pues «están en juego los fundamentos de la autoriad del Estado». Según Azurmendi, el ciudadano delega en el Estado el control de las actividades públicas, nunca de las ideas o de las conciencias. Retomando a Spinoza, subrayó que «en el gobierno democrático todos se obligan con su pacto a obrar según voluntad común, pero no a juzgar y pensar de ese modo».
A ese respecto, opinó que nos encontramos ante un gobierno violento que niega la libertad de expresar lo que se piensa y obliga a expresar lo que el Estado considera homologable. Puso como ejemplo los ataques dialécticos despiadados y las amenazas que sufrió Alfonso Sastre tras la publicación de un artículo en GARA el pasado verano, y concluyó su exposición con una rotunda consideración: «El Estado no es más una Iglesia podrida que invade nuestra conciencia».
Las jornadas continuarán hoy a las 19:00 horas con las exposiciones del escritor y divulgador científico Carlo Frabetti (colaborador de este diario) y del periodista belga Michel Collon, especializado en el papel de los medios de comunicación.