Aliviado. Es como se siente tras un año como ex ministro. «En aquella etapa iba a dormir con las tareas ministeriales y despertaba con ellas. Las horas de sueño eran ficticias», recordaba ayer Gilberto Gil. Aunque aseguró que no se arrepintió jamás de aceptar el cargo.

Nacido en Salvador de Bahía (1942), se inició en la bossa-nova pero su compromiso político y preocupación social se vieron reflejados en sus canciones tropicalistas. En 1969, junto a Caetano Veloso, fue considerado «subversivo» y encarcelado por el régimen militar brasileño. Hoy inaugura el IV. Festival Contra la Censura de Bilbo, convencido de que «la lucha por la libertad y por la democracia tiene que ser constante. Hay que estar en una vigilancia permanente».

Música contra la censura

«En todos los movimientos, cuando se golpeó fuerte la libertad, los movimientos de la sociedad, uno de los sectores más afectados siempre fue la música», explicó Gil y por eso continúa haciendo de la música su forma de entender la vida. «En Sudamérica, en tiempos de la dictadura, los autores musicales populares siempre han sido muy golpeados: sus canciones, sus formas de hablar y de mirar el mundo... Todo eso ha aburrido muchísimo a los dictadores. Creo que un festival para considerar estas cuestiones es siempre muy importante. La vigilancia debe ser constante, porque siempre hay intentos para golpear las libertades».

Aunque no crea que la situación cultural actual de Brasil pueda considerarse una revolución, asegura que «hay temblores que evidencian este empuje de energía que tenemos ahora. Brasil es importante históricamente, pero ahora con la globalización aparece como una forma original e interesante de hacerse como nación».

Considera la cultura algo «esencial» para que una nación salga adelante. «La vida, las manifestaciones cotidianas de los individios y de las poblaciones se hacen de forma cultural. Antes hablábamos de obreros, trabajadores de fábricas. Ahora, aunque sigan existiendo, gran parte del empleo se queda en lo cultural, cada vez más. En el sector de las lenguas, las palabras, la subjetividad».

La defensa del software libre

El artista es conocido por su defensa por el derecho a la cultura y el software libre, cuestión que choca con las instituciones que luchan por el reconocimiento de la autoría y su remuneración. «Es necesaria la búsqueda de un equilibrio entre ambas partes. En los últimos años, con la llegada de grandes producciones, eso se ha roto y han prevalecido los intereses económicos. Las nuevas tecnologías serán las que traigan ese equilibrio», se atrevió a pronosticar ante la escéptica mirada de los presentes que insistían en que esas grandes producciones se están apoderando de las nuevas vías.

«Las nuevas oportunidades están amenazando a todo este mundo de las grandes industrias», insistió, «se ven obligados a cambiar». En cuanto al autor «pequeño», dijo que ahora tiene más facilidades para publicar sus trabajos.

«El autor quiere un público que pueda generar remuneración para él. Llegar a ese público ahora es más rápido y eso le da posibilidad de negociar más fácil. La gerencia pasa a manos del artista», añadió. «Internet ofrece nuevas oportunidades tanto a artistas como al público para establecer sus propias negociaciones». Y, para reforzar sus argumentos, añadió ejemplos de nuevas bandas que venden discos a cambio de lo que el público considera oportuno por el trabajo realizado.