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Visiones estáticas para un mundo de vértigo

Dabid LAZKANOITURBURU

Periodista

Con las maletas de su reciente visita a China aún sin deshacer, el presidente Obama agasajaba esta semana con una cena de Estado al primer ministro indio, Manmohan Singh.

El gesto no ha pasado desapercibido y ha sido interpretado como un intento por parte de EEUU de tranquilizar a India, supuestamente celosa tras ver cómo Obama rendía pleitesía al nuevo -y a la vez milenario- Imperio del Centro.

Siguiendo este guión, el mismo Obama que trató de tú a tú a su homólogo chino, Hu Jintao, ha reeditado ante Singh la alianza estratégica de Washington con Nueva Delhi, sellada en su día por su antecesor, George W. Bush, quien en 2005 otorgó todas sus bendiciones al arsenal nuclear indio mientras arremetía, simultáneamente, contra el incipiente programa atómico iraní.

Más allá de las contradicciones y de los deseos que mueven al gigante estadounidense, la línea de análisis subyacente a ese guión peca de un defecto: presenta a China y a India como agentes internacionales estáticos que esperan, como agua de mayo, los parabienes de EEUU.

No está claro que a China le preocupe- incluso que le interese- que Washington le otorgue el estatus de gran potencia. Tampoco que India esté dispuesta a asumir el papel de parapeto frente al gigante asiático que muchos en Occidente le otorgan.

El centro del mundo gira hacia Asia. Al decir de algunos, no hace sino volver sobre sus pasos después de que los últimos siglos fueran testigos de una imagen descentrada alimentada por las ínfulas y la voracidad de Occidente. El mundo se mueve y hay quien sigue estático, con la mirada fija. Perdida.

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