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Es tiempo de agendas comunes, no para pensar únicamente en el interés propio

La canción «Tiempo de cerezas» ha sido descrita como una de las más hermosas de la historia de la clase obrera. «Le temps des cerises», escrita por Renard y Climent en 1866, dice que la época de las cerezas dura muy poco, pero que siempre habrá un tiempo de cerezas. Nos habla de que las revoluciones pueden ser traicionadas, aplastadas, pero que siempre habrá quien luche por la libertad, por el bienestar de los demás, por la alegría de todos. No es la primera vez que en este diario se alude a esta canción, quizás porque no es la primera vez que este país se asoma a un tiempo decisivo, un tiempo asimismo confuso en el que se conjugan muchas de las sensaciones y acciones que se describen en este tema. Hay personas que luchan por la libertad, por el bienestar de todos, que generan ilusión y alegría, incluso en las peores circunstancias, cuando más crudas son la presión y la represión. «Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: ésos son los imprescindibles», decía el gran poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht, que desde muy joven demostró que estaba lleno de ideas para construir una sociedad distinta, mejor. Este país está bien surtido de hombres y mujeres que podrían inspirar a Brecht.

Pero los tiempos decisivos exigen también personas decisivas. Y no todos los que aparentan serlo lo son. Mucho menos, por conocidos, quienes se aposentan en una pretendida, fingida y falsa equidistancia para tratar de impartir lecciones a diestro y siniestro, para responsabilizar siempre a los otros (pero, oh casualidad, siempre a los mismos, siempre a la izquierda abertzale) de la falta de avances. Estos días parecen pródigos en supuestas iniciativas y diarias declaraciones que, más que sumar al conjunto, parecen empeñadas en tratar de capitalizar para su propio interés el porvenir que se intuye y espera. Pero no es tiempo para pensar en uno mismo, y quien lo hace, sea desde el convencimiento seguramente bienintencionado pero de igual modo irreflexivo, sea desde el puro egoísmo o el temor a quedarse descolgado y extinto, perjudica más que ayuda, en algunos casos aburre y casi siempre refleja miserias particulares.

Es tiempo para concertar una agenda común, no para perderse en declaraciones sin ton ni son. Es tiempo de cerezas, que es lo mismo que decir que es el tiempo para los valientes, con firmeza, confianza y ambición. Es hora de concertar una agenda común entre partidos y agentes con base social a partir de acuerdos internos y externos. Mirando al presente y atando el futuro.

Catalunya

Catalunya no siempre es modelo, a veces ni tan siquiera para ella misma. Pero ésa es, obviamente, su responsabilidad, su trabajo, su tarea. A ellos toca andar su camino y juzgar en consonancia a lo que unos y otros hacen o dejan de hacer. Esta semana, en cambio, han ofrecido un pequeño ejemplo de lo que puede entenderse por un ejercicio de responsabilidad en el ámbito de los medios de comunicación cuando doce periódicos han publicado un editorial conjunto en defensa de la dignidad de su país que ha merecido un aplauso generalizado muy a tener en cuenta. En un reciente editorial, desgranábamos algunas de las características que un proceso político debe ser capaz de crear e impulsar para entrar en una fase de resolución, y una de ellas aludía directamente a la responsabilidad conjunta y compartida de los medios de comunicación.

Es obvio que en Euskal Herria estamos aún a años luz de tal circunstancia, y un breve repaso a las hemerotecas del último proceso de negociaciones (2005-2007) o, sin ir más lejos, a lo que los medios han «producido» en las semanas posteriores (y anteriores) a la publicación del documento de debate de la izquierda abertzale y al posterior manifiesto de Altsasu, revelan clarísimamente que medio de comunicación y responsabilidad son dos términos o conceptos que sólo en contadas ocasiones van de la mano. Y seguimos en ésas, aún en estos días.

Y en parte ello es así porque el punto de partida es, inevitable y lamentablemente casi siempre, el ataque al otro, su descalificación, para vender la posición propia. Podría colar si no nos conociéramos todos, pero este país es demasiado pequeño como para que alguien pretenda hacer creer a nadie que está por encima del bien y del mal. Hay pasos previos, desde luego, pero todos ellos pasan por la información veraz, por opinar desde el interés público, por defender los derechos y deberes personales y colectivos y por fiscalizar con independencia al poder (que son, en síntesis, los principios fundamentales del código deontólogico de nuestra profesión, una especie en extinción en nuestros días).

Pasos previos que pasan por todo eso y por el compromiso con un auténtico ámbito comunicativo vasco. GARA lo tiene.

Es mucho lo que se juega este país. Euskal Herria se asoma a un tiempo decisivo, pero sólo llegará si cada cual hace el trabajo que realmente le toca y corresponde para saltar a una nueva fase. Si las bases están puestas, es hora de comenzar a colocarlas en su sitio.

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