Martxelo Díaz Periodista
Premiados y olvidados
Entre el presidente de EEUU, Barack Obama, y Aminetu Haidar, la activista saharaui que permanece en huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote para reclamar un derecho tan básico como que le dejen regresar a su casa de El Aaiún y estar con sus dos hijos, hay un abismo de diferencias, pero también una similitud, el premio Nobel. La diferencia es que a Obama se lo han concedido en plan «Minority Report», por lo que pueda hacer en el futuro y que a Haidar se lo denegaron pese a que tiene encima una larga trayectoria de lucha pacífica contra la tiranía marroquí que impide al pueblo saharaui ser dueño de su tierra y de su propio destino.
En todos los sitios hay enchufados y parece que en Oslo pesan más los dólares y el glamour del Despacho Oval que la dignidad de un pueblo condenado a la represión y al exilio en pleno desierto.
Al comité noruego del Nobel no le pareció digno de galardón el hecho de que Haidar pasara más de cuatro años en las cárceles secretas marroquíes, en las que los presos literalmente desaparecen en un agujero negro de impunidad en la que los carceleros tienen carta blanca para torturar hasta la muerte. Es mejor premiar a Obama, que así nadie se enfada y además queda bien en la televisión.
Los saharauis tienen ya una larga trayectoria de padecer desaires y de hacer frente a promesas incumplidas, con las del Gobierno español a la cabeza. Desde la vergonzosa venta del territorio saharaui al rey marroquí, los sucesivos gobiernos españoles han preferido mirar hacia otro lado para no ver la represión que padecen quienes hasta hace poco eran sus súbditos.
Es mucho más cómodo decir amén al sátrapa Mohammed VI y aprovecharse de los beneficios económicos que otorga llevarse bien con los vecinos del sur. El tirano marroquí sabe compensar bien económicamente a quienes colaboran con él, mientras mantiene en la más completa miseria a su propio pueblo.