No sé cuántos conejos le quedarán en la chistera pero lo cierto es que Patxi López lleva un par de meses que no para de sorprender a la concurrencia. Primero limpió EiTB, luego se enzarzó con la famosa «E» gótica de los uniformes de la Ertzaintza, envió a su comilitón Rodolfo Ares al desfile de la cabra en Madrid y ahora se va a presentar en el ágape del Día de la Constitución, española por supuesto.

Y a los de «El Correo Español» esta última idea idea les ha parecido fantástica hasta el punto de perder el sentido del ridículo. Según el editorialista del diario de Vocento la presencia de López entre canapés y uniformes «responde a la voluntad de Euskadi de participar con naturalidad en la celebración de más de tres décadas de libertad, estabilidad y bienestar posibilitadas por la existencia de un marco de convivencia compartido por todos los españoles». Pues que salga a la calle a preguntar a qué voluntad responde la excursión a los madriles.

Y sigue en la autocomplacencia: «con la asistencia de Patxi López, la Comunidad Autónoma del País Vasco estará representada por primera vez en este encuentro, y además al máximo nivel». Lo del «nivelón» que tiene Patxi López no hay quien lo niegue, pero ¿cuántas veces habrá que repetirles que no representa a la mayoría de la población de la CAV?

La satisfacción va camino de alcanzar cimas difíciles de hollar: «trasciende lo que podría llamarse `política de gestos' para acreditar la voluntad de normalizar unas relaciones con las instituciones del Estado que se vieron enturbiadas durante tantos años por la obstinada ausencia de los ejecutivos nacionalistas. Al desentenderse de la Carta Magna, los gobiernos encabezados por el PNV pretendían sobre todo distanciarse del Estatuto que las otorgaba legitimidad. Así, la legítima denuncia de las transferencias pendientes no lograba ocultar la pretensión de desengancharse del consenso constitucional». ¡Ah! O sea que no había transferencias porque Garaikoetxea, Ardanza e Ibarretxe no iban al sarao. Era eso... Lo cierto es que la última vez que Ibarretxe fue a Madrid en plan solemne le echaron al oso encima y en vez de canapés por poco le hacen comerse las bayas del madroño.