Muchas son las bajas que están dejando fuera de combate a este Caja Laboral Baskonia. Por un lado están los jugadores: Huertas, Oleson, Herrmann o Eliyahu; por otro lado son las sensaciones de un equipo con muchas, demasiadas caras nuevas de golpe y aún más dudas de gente como Ribas que busca su sitio dentro y fuera de la cancha.

Pero, sin lugar a dudas, la mayor baja del conjunto baskonista es la regularidad. Los hombres de Ivanovic, tal y como su técnico dijera en la previa, parece que a ratos han encontrado el camino correcto. A veces la defensa es buena, sobre todo cuando Splitter está en plenitud, y hasta el ataque es fluido a rachas, con gente como English y Teletovic, por su talento, y por San Emeterio y Singletary, amén del sempiterno Tiago, por su sacrificio.

Pero en otros momentos el cuadro gasteiztarra se apaga. Sin más. Ni a Ribas ni a Barac hay que explicarles lo que es un balón, pero la más mínima presión les provoca errores dignos de minibasket; de pronto la defensa deja de apretar, los tiros se hacen sin orden ni concierto y los rebotes se escurren como pastillas de jabón húmedas. Y la razón no la sabe nadie porque no la hay. Y si la hay, está junto con la regularidad, en plena convalecencia.

Algo así explica cómo el mismo equipo dio buena cuenta de una Lottomatica que salió derrotada de antemano y que sólo se preocupó de mantener el average -ganó de 12 en Roma y ayer cayó de 7: negocio redondo-, ya que, salvo Minard y Winston, nadie dio su nivel.

Los cuartos impares fueron muy buenos y los ganó el Caja Laboral Baskonia; los pares fueron pésimos y los ganó la Lottomatica sin forzar. Pero la sangre no llegó al río gracias a las aportaciones de San Emeterio, Teletovic y Splitter, al que los rivales «sacudieron» de lo lindo -un poco de respeto, señores colegiados- y cerca estuvo de lesionarse un hombro. A más de uno el corazón le dio un brinco.