Los incendios de los contenedores de basura, que estaban situados en varias calles del centro de Leioa, se produjeron en apenas veinte minutos, entre las 2.10 y las 2.30 de la madrugada de ayer. Las llamas afectaron también a una decena de vehículos aparcados en las inmediaciones, así como a las fachadas de varios edificios, que quedaron ennegrecidas por el humo.

Varias dotaciones de bomberos, además de agentes de la Policía local y de la Ertzaintza, acudieron a la zona alertados por los vecinos y evitaron la propagación de las llamas por los edificios. «Ellos han evitado que el desastre haya sido mayor», informó el alcalde de esta localidad, Eneko Arruebarrena, tras condenar de forma «rotunda» lo que calificó de «repugnante actuación» y «salvajes episodios de violencia».

«Este atentado contra bienes de dominio público y privado ha sido un ataque directo a la paz y a la tranquilidad habitual con la que vive y trabaja la comunidad leioaztarra. Ha sido perpetrado premeditada, calculada y coordinadamente, revelándose un conocimiento directo de los lugares elegidos para realizar todo el mal que han hecho», manifestó el alcalde por medio de un comunicado.

Para entonces, la Ertzaintza ya había abierto diligencias encaminadas a investigar estos hechos, y a primeras horas de la mañana fuentes de este cuerpo habían estimado que «no están relacionados con la violencia callejera». Quizás por ello, no hubo las habituales reacciones en cascada de portavoces políticos.

A partir de hoy mismo, el Ayuntamiento abrirá un registro especial para recabar los datos de quienes han resultado afectados por estos incendios, tal como informó el propio alcalde.

Tras condenar «estos actos de terror», Arruebarrena mostró su solidaridad con las personas que «se han visto directamente afectadas en la tranquilidad de su descanso nocturno, así como en la integridad de sus bienes».

Explicó que, a partir de los datos que se recojan en este registro municipal, «se podrán tomar, a posteriori, las medidas pertinentes que procuren ayudar a restañar el mal hecho por aquellas personas que desconocen el sentido mínimo del mayor valor de la convivencia en sociedad: el respeto a quien es, siente y piensa diferente, porque tiene todo el derecho a hacerlo».