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El peligro de la falsa «mala conciencia»

Los preliminares de la Cumbre sobre Cambio Climático que tendrá lugar en Copenhague a partir de hoy han dejado muy claro que el grado de concienciación social al respecto es cada vez mayor. Las evidencias científicas sobre la gravedad de la situación han llegado a la población de los diferentes países y se han instalado en el discurso popular, algo que incluso ha obligado a diversos mandatarios a reorganizar su agenda para asistir a la cita. Hasta hace muy poco el encuentro internacional parecía estar destinado al fracaso al no conseguir congregar a las personas que más poder e influencia tienen a la hora de tomar medidas al respecto. Que también son, no cabe olvidarlo, los responsables máximos de la situación socioeconómica mundial, del modelo actual que incluye la progresiva y hasta el momento ilimitada explotación de la naturaleza. De momento esos responsables no han dicho ni hecho nada que indique que, además de presentes, van a estar a la altura de las circunstancias. Pero el mero hecho de que se sientan obligados a hacer acto de presencia indica que reconocen la presión de esa nueva conciencia.

El ecologismo ha logrado el marchamo de lugar común en el mundo actual, hasta el punto de que forma parte del discurso políticamente correcto. También del institucional. Hasta el más criminal de los proyectos energéticos o de infraestructuras requiere una justificación que tenga en cuenta la perspectiva «ecológica». Desgraciadamente se trata de marketing destinado a ocultar una realidad que no tiene nada de «verde» y que es la garantía de un negro futuro.

Con la Cumbre de Copenhague llegan días cargados de discursos que, apelando a esa conciencia, llamarán a la responsabilidad compartida y ocultarán las verdaderas causas y responsabilidades del cambio climático. Se busca así centrar el tema en una perspectiva individual ajena al necesario cambio de sistema, pero debilitando aún más una conciencia que dista mucho de corresponderse con una práctica coherente. Urgen alternativas políticas y económicas que sean además integrales y vinculantes. Sobra una nueva religión basada en pecados y culpas que se purgan con un discurso aprendido.

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