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Nicolás Xamardo y Jurgi San Pedro investigadores sobre Oteiza

Oteiza-Chillida: ¿Diálogo comercial o diálogo platónico?

Entre las exposiciones otoñales que nos brinda el Artium, nos ha llamado la atención la reunión en un mismo espacio de tres artistas contemporáneos (Oteiza, Chillida y R. Serra) bajo el epígrafe, sintomático, de «diálogos». Interesante ocasión para tratar de las relaciones entre el arte, la política y el mercado.

Siempre que se evoca el término «diálogo», debemos tener presente una división clara de campos en los que se manifiesta, y especialmente debido a la centralidad que el asunto tiene en éste nuestro ahora. Debemos diferenciar la acepción de diálogo, relacionada con su uso cotidiano, comunicativo, del orden de lo comúnmente compartido, de aquella vinculada con la dimensión política, artística, científica, filosófica del diálogo (D): atemporal y azaroso en su impacto y capacidad transformadora.

Formulemos mejor esta crucial distinción binaria: 1.- Hay un diálogo (d) omnipresente, que constituye la sociabilidad, en cuanto modo básico de la intercomunicación, transmisión de conocimientos y opiniones de naturaleza diversa -plurales- y cuya finalidad es lograr un «consenso», un acuerdo de voluntades, entre diferentes puntos de vista sobre una cuestión dada. Consenso que se produce a partir de la búsqueda de un denominador común, fundamento de lo que se conoce como opinión pública en los diálogos organizados, directa o indirectamente, por los diferentes aparatos del Estado y que responden a intereses de todo orden; intereses que se tratan de hacer pasar como si fueran los de la mayoría.

De acuerdo con ésta concepción, Oteiza quedaría reducido esencialmente al denominador común de las leyes del mercado internacional del arte, que han colocado a Chillida como figura central en el panteón del Arte Contemporáneo Vasco. Esta sospecha se ve reforzada por la presencia en esos «diálogos» del yanqui R. Serra, mascarón de proa de las exploraciones comerciales Guggenheim, -en plena proyección expansiva-. Recordemos que en tiempos de crisis las obras de arte, al igual que el oro y demás «joyas», se convierten en valores refugio de un mercado financiero necesitado urgentemente de nuevos «caladeros». En esta modalidad dialogante es el mercado capitalista quien marca el común denominador en el que se unifican diariamente, a través del valor de cambio, tanto el precio de las «mercancías» como el valor de las «voluntades». Aquí radica la esencia del llamado «consenso» ¿Alguien imagina a Oteiza en un diálogo de esta naturaleza?

2.- Existe otro diálogo (D), denominado platónico, en cuanto modalidad discursiva dialéctica, que muestra el advenimiento de «lo nuevo» en el terreno del pensamiento creativo. Diálogo siempre provocado por alguien o por algún hecho singular, que interrumpe el flujo de ese otro diálogo ininterrumpido al que acabamos de referirnos. Su finalidad es abrir la posibilidad de lo inédito en un orden de cosas establecido; por ello, el disenso es el eje dinámico de este diálogo, en el que lo singular se confronta a lo plural. Este hecho conlleva inevitablemente un riesgo de ruptura con lo «políticamente correcto», que lo obliga a reformularse y promoverse fuera y contra el estado de cosas existentes. O lo que es lo mismo, es esa ruptura la que llama a la imaginación de aquello que nos falta y que, por consiguiente, implica un exceso con respecto al estado de la situación -la situación creada por el Estado-.

En el caso que nos ocupa, el verdadero debate se da entre el artista comprometido con las aspiraciones políticas «perseguidas» del pueblo al que pertenece y que son el motor de su vida creativa, en cuanto opera fuera y contra la lógica del estado de cosas (de la lógica del Estado opresor capitalista) y que responde a una ética insobornable (Oteiza). Y en el polo antagónico de este debate sobre la concepción del arte se ubica la actividad reproductiva artística, sometida a las leyes del valor de cambio y al servicio del marketing de un poder político que nos habla de paz y nos somete como pueblo-nación (Chillida).

Para ilustrar éste tipo de diálogo, recomendamos consultar la siguiente intervención del maestro: «Denuncio al escultor Chillida por mentir, plagiarme y complicidad con el Gobierno Vasco en falsear Gernika» («DV», «Egin», 22/06/1990). En este artículo se analiza la política cultural del Estado que ejecutó Chillida en Gernika por encargo del PNV. Un encargo que responde a un planteamiento político-artístico excluyente y vertical, que ni siquiera contempla la actual identidad de Gernika, primera ciudad mártir del fascismo. Una acción político-cultural que respondía a las exigencias de una paz sin justicia y sin memoria, en la medida en que el Estado sigue sin reconocer la deuda histórica pendiente con ella y con todo un pueblo desde hace ya más de 70 años.

Oteiza, por el contrario, nos presenta en el mismo artículo, una alternativa de futuro que contempla Gernika como la gran metáfora de su trayectoria vital. Es por ello que la piensa como capital de la paz y la libertad, como capital cultural y religiosa de Europa, capital de prehistorias, lingüísticas, derecho internacional... Proyectos en los que todos los vascos deberíamos participar activamente, atendiendo al estilo de hacer política y arte de Oteiza. Concepción antagónica con el estilo que terminan imponiéndonos. ¿Alguien se imagina a Chillida promoviendo un diálogo de esta naturaleza?

Concluyendo con esta primera distinción binaria de «diálogos», aportamos otro fragmento de diálogo (D) con Chillida, que recomendamos incluyan en futuros diálogos museísticos. La referencia ésta vez nos llega a través del autor del Cristo rojo, que vuelve a coronar en Arantzazu la cripta de nuestro santuario de inmortales libertades de expresión y de mil luchas esperanzadoras todavía sin cuerpo hoy. La entrevista es de Irune Berro para «Busturialdeko Hitza» (Bermeo, febrero de 2006). La traducción es nuestra.

I. B: Txillidaz Oteizaz bezain oroitzapen onak dituzu?

(¿Tienes tan buenos recuerdos de Chillida como de Oteiza?)

N. B: Ez. Nevadan (AEB) euskal artzainen omenezko eskultura egiteko lehiaketa irabazi nuen behin. Hori baino lehen, Larrea, Mendiburu eta hirurok bildu ginen, eta lehiaketa horretara aurkeztea pentsatu genuen. Txillidak gure asmoen berri izan zuen, bere agentearen bitartez. AEBtan zer edo zer egiteko aukera bazegoela jakin zuen. Hegazkina hartu eta han azaldu zen, gu hirurok ezer ez ginela esanez. Euskal eskultore bakarra bera zela esan zien amerikarrei. Oteiza ez zuen aipatu ere egin, jakina. Egunen batean Beste Txillida idatziko du norbaitek. Besteen gainetik gailentzeko edozer gauza egiteko gai zen. Ahalegin biziak egin zituen gu erditik kentzeko. Faxista hutsa zen. Bere aita Molaren gizonetako bat izan zen Gipuzkoan. Jendeak ez zuen Txillida ezagutu, ez daki nolakoa izan zen, edo bai, baina ez dugu memoria historikorik. Pena da, zeren memoriarik gabe lehengo faxistak oraingo demokratak dira.

(No. En Nevada (EEUU) gané una vez un concurso para realizar una escultura-homenaje a los pastores vascos. Antes de eso, nos reunimos Larrea, Mendiburu y yo, y pensamos en presentarnos al concurso. Chillida se enteró de nuestros planes por medio de su agente. Averiguó que había oportunidad de hacer algo en EEUU. Cogió el avión y se presentó allí diciendo que nosotros tres no éramos nadie, diciendo a los americanos que el único escultor vasco era él. Ni siquiera mencionó a Oteiza, claro. Algún día alguien tendrá que escribir el Otro Chillida. Para trepar era capaz de hacer cualquier cosa. Hizo verdaderos esfuerzos por quitarnos de en medio. Era un auténtico fascista. Su padre fue uno de los hombres de Mola en Guipúzcoa. La gente no conoció a Chillida, o quizá si, pero no tenemos memoria histórica. Es una pena, porque sin memoria los fascistas de antes son los demócratas de ahora).

En fin, son de agradecer exposiciones como éstas, que nos permiten abrir nuevos diálogos, en los que es inevitable plantear al Artium y a la opinión pública si estamos ante un diálogo comercial, en el que a las obras de Oteiza ya se les ha asignado un valor de mercado similar a Chillida, o si nos encontramos ante un diálogo platónico, donde la memoria y la voluntad de Oteiza van a ser respetadas. Y aquí nada acaba, el diálogo continúa.

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