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La incómoda crisis del «caso Aminatu»

El paso de los días, aún de las horas, parece complicar una salida satisfactoria a la huelga de hambre que mantiene Aminatu Haidar. La férrea determinación de la activista saharaui de seguir hasta el final en su reivindicación de poder regresar a su casa en El Aaiún como saharaui hace presagiar un progresivo empeoramiento de su salud, cada vez más cercano a un fatal desenlace. Ayer mismo, y como forma de protesta por el violento trato recibido por parte de un juez español que la visitó para determinar su estado, renunció expresamente a cualquier tipo de atención médica pública o privada, y se reafirmó en su deseo de no ser alimentada a la fuerza bajo ninguna circunstancia.

Por otro lado, ya no quedan dudas de que el objetivo prioritario de los gobiernos marroquí y español no es otro que lograr el final de la protesta a cualquier precio, para desactivar el eco mediático que está poniendo el foco informativo sobre la cuestión saharaui. Marruecos no está dispuesto a ceder en lo que considera una cuestión de Estado, la marroquinidad del Sahara, y Madrid se esfuerza por presionar a la activista por todos los medios a su alcance para que abandone una huelga a todas luces incómoda, porque podría perjudicar sus relaciones con el reino que considera un aliado estratégico. Así, no duda en utilizar (ya lo hizo antes con presos de ETA o el GRAPO) la amenaza de la alimentación forzosa, obviando cualquier mínimo respeto a los derechos que asisten a Haidar. Tampoco la Unión Europea, que pedía ayer «una solución política o humanitaria de compromiso», pasaba del capítulo de las intenciones, al subrayar a renglón seguido que «se trata de una cuestión bilateral» entre Madrid y Rabat.

Todas las alarmas están encendidas ante la posibilidad de que la protesta tenga un final dramático. Sin embargo, ninguno de los actores políticos implicados pone sobre la mesa el verdadero origen de la crisis: el derecho inalienable de los saharauis a decidir su futuro. Al contrario, la prioridad internacional es devolver el asunto al ostracismo informativo del que, al menos por unas semanas, ha salido una «molesta» cuestión.

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