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Robert Bresson, condenado al olvido

Iñaki LAZKANO | Kazetaria eta Gizarte eta Komunikazio Zientzien irakaslea

Hoy se cumple el décimo aniversario de la muerte de Robert Bresson. No obstante, su deceso es muy anterior a la fecha cincelada en su tumba. Tras el rodaje de «L'argent» (1983), nadie quiso producir sus películas. La sociedad corrompida por el dinero que retrataba en su último filme tomó cumplida venganza. No hubo redención, sino olvido.

Cineasta hermético, perfeccionista y profundamente espiritual, anhelaba el arte que busca la emoción a través de la inteligencia. Su gélido estilo, frío y austero, rompió las convenciones del cine-espectáculo y lo alejó irremediablemente del calor popular. «¿Por qué hace películas frustrantes para el público?», le preguntó en cierta ocasión una periodista enfurecida en una rueda de prensa. La respuesta de Bresson, teñida de ironía, revelaba claramente su peculiar filosofía: «¿A qué público se refiere?».

Mientras que para Hitchcock el cine no era más que cuatrocientas butacas que llenar, para Bresson constituía el arte mediante el cual pretendía desenterrar los ecos del alma humana; desentrañar el misterio que se esconde tras lo aparente. Su espíritu jansenista albergaba como único objetivo la búsqueda de lo esencial: la verdad interior. Por tanto, el estilo de Bresson es fiel reflejo de su credo: «Las ideas, esconderlas, pero de manera que se las encuentre. La más importante, será la más oculta».

La renuncia al artificio, su personal lenguaje narrativo y el hieratismo interpretativo de los actores no profesionales que poblaban sus películas fueron la principal causa del desafecto del gran público hacia su cine. La crítica cinematográfica presuntamente más progresista tampoco tuvo piedad con el genial autor de «Pickpocket» (1959). Lo tildó de reaccionario debido al caudal religioso que brotaba de su obra; incapaz de apreciar la modernidad de su cine y la riqueza trascendental de su mensaje.

Sin embargo, la semilla bressoniana germinó en nuestros prados. Víctor Erice, en cuyo cine se percibe la impronta del maestro galo, supo interpretar a la perfección su legado: «Se ha afirmado que Bresson fue un existencialista cristiano, atormentado por el silencio de Dios, oscilando entre la esperanza y la desesperación. Más sencillamente cabe decir que habló, sobre todo, del sentido trágico de la condición humana». El silencio, pieza angular del cine espiritual de Bresson, amenaza ahora su memoria. ¿Podrá el condenado a muerte escapar otra vez de su cruel destino?

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