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«Así veo Euskal Herria», desde hoy en los Kioscos

«Deseo una aproximación entre vascos alimentada por el fuego soberanista»

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Antonio Álvarez Solís

Periodista

Cumplidos los 80, Antonio Álvarez-Solís se asoma cada semana a las páginas de opinión de GARA con la pluma cargada de análisis y propuestas, de severa crítica y también de esperanza. El libro «Así veo Euskal Herria» recoge una selección de esos ensayos, escritos a golpe de reflexión pegada a la actualidad de un pueblo, el vasco, al que quiere y en el que confía.

Anjel ORDÓÑEZ | BILBO

¿Cómo le comunicó Alberto Surio, director de EiTB, el final de sus colaboraciones en el ente?

No me lo comunicó Alberto Surio, ni siquiera el director de Radio Euskadi. Me llamó un viernes un jefe de sección para decirme que el lunes ya no continuaba. Yo pensaba que, teniendo en cuenta mi edad y mi larga trayectoria profesional, las formas iban a ser otras. Dicen que fue por cuestión económica y de ahorro, pero yo tengo la certeza moral de que el cese tiene una base política.

¿Se lo esperaba?

La verdad es que no. Sí es cierto que en los últimos tiempos me estaban colocando en unos horarios difíciles para mí, por mi edad; primero a la una de la mañana y después a las cinco de la madrugada, pero confiaba en que poco a poco me fuesen ubicando en sitios más neutros, relacionados con la cultura... nunca sospeché un cese tan abrupto.

¿Por rojo o por filo-separatista?

A ellos, que se dicen de izquierdas, que una persona sea comunista no les importa, porque están muy acostumbrados a un comunismo muy servil, domesticado. Creo, sinceramente, que ha sido por ser un hombre que batalla contra los estados actuales en favor de Euskadi. Ya me ocurrió cuando trabajaba en medios estatales. Me empezaron a llegar los ceses cuando dije con claridad lo que estaba ocurriendo y podía ocurrir en Euskadi. Esto fue el principio de mi debacle profesional en Madrid. Luego me fui a Euskadi y he seguido manteniendo mi postura, como la mantendré siempre. ¡No pensarán que a mis ochenta años voy a cometer un acto de deslealtad o traición a mis propias ideas! Y no se trata de enrocarse, yo soy el primero en repasar una y otra vez mis convicciones, por si hubiera un fallo en ellas, pero no lo encuentro.

¿Cómo interpreta la caída pronunciada y sostenida de audiencia en EiTB?

Yo siempre he defendido que Radio Euskadi y ETB tienen que ser emisoras nacionalistas, por una sencilla razón: si quieren defender la política que dicta el Gobierno central español, ya hay otros más fuertes y potentes que lo hacen y que pueden dar más servicios. Sin abandonar la objetividad y la pluralidad, EiTB debe elegir entre ser nacionalista o no ser nada.

Por eso, la gente de la calle ahora se ha visto traicionada, como se han visto traicionados muchos vascos por determinados movimientos políticos. Y reacciona. Eso se demuestra cuando el abertzalismo de izquierda sufre una embestida, porque obtiene grandes apoyos, superiores al número de su propia militancia. Sigo creyendo que el pueblo vasco no está aburrido de la política de combate por la libertad; al revés, cada vez sufre más y con cada nueva embestida de España esas posturas se vuelven más firmes. España siempre ha tenido esa «virtud», la de no dialogar con nadie.

Es noticia el juicio por el cierre de «Egunkaria». La clausura de medios como «Egin» y Egin Irratia, entre otros, y el encarcelamiento de periodistas coloca a la libertad de expresión y de información en el Estado español en momentos críticos...

Así es, y alguien me acusará de ingenuo, pero todavía espero una sentencia notable en favor de los inocentes, que son los que están sentados ahora en el banquillo. Pero puede suceder cualquier cosa y no me sorprendería, porque el ataque es ya descarado. Lo dijeron claro cuando afirmaron que «aunque ETA desaparezca seguiremos la batalla». En el fondo, la violencia les favorece mucho porque agrupa a mucha gente en España que ha tomado una postura agresiva no contra la independencia de Euskadi, sino contra lo vasco. Estoy convencido de que, si desapareciese la violencia, tampoco tendrían ningún reparo en seguir aplicando instrumentos como la Ley de Partidos u otras instituciones armadas.

Usted vivió la guerra del 36 y la dictadura de Franco, ¿qué vino después?

Nada. Yo sostengo que Franco no ha muerto. Se habla de transición, pero, entre otras cosas, las personas que estuvieron al frente de esa transición no tenían entrenamiento democrático. Aunque algunos de los llamados padres de la Constitución, como Solé Tura, hubieran estado en la clandestinidad, no tuvieron entrenamiento democrático. La transición fue más la celebración de la muerte de Franco que la apertura hacia una fórmula de democracia. Pero el dictador no se había muerto, el dictador ya había contaminado todas las esferas políticas de sucesión. Luego vino la disculpa de que se hizo lo que se pudo por miedo a las fuerzas armadas. Eso es falso, porque yo nunca he visto que un militar se subleve si primero no se asegura que tiene detrás a unas minorías financieras o religiosas. La transición no fue más que un repintado del sistema de democracia orgánica de Franco. Y con esa democracia orgánica seguimos.

¿Estamos a tiempo de recuperar la memoria histórica?

Siempre digo que no debemos confundir la memoria histórica con el recuerdo histórico. La memoria histórica es un recuerdo que funciona activamente, que no da por muerto lo pasado. Cuando se desentierran los restos de aquellos muertos se desentierra el drama del asalto al régimen legal republicano. Ahora todavía no existe memoria histórica, sino recuerdo histórico, además, manejado desde el poder con mucha trapacería, con deslealtad. Yo no estaré satisfecho hasta que llegue una república que empalme con la anterior a la guerra, en el sentido que sea, eso ya dependerá de los ciudadanos. Pero reconociendo que la continuidad no existió. Por eso el régimen actual brota de unas raíces podridas.

¿Qué puerta tiene que abrirse para dejar paso a una solución al conflicto entre Euskal Herria y el Estado español?

La agrupación de todos los nacionalistas. De todos, porque ser nacionalista sin ser soberanista es como tocar el violón. Si el nacionalismo son las traineras y bailar el aurresku... eso ya existía en tiempos de Franco. Los factores culturales son muy valiosos, pero uno de los más importantes, como es la lengua, no se ha respetado nunca. Sería interesante un gran movimiento republicano en Euskadi que, sin perjudicar el funcionamiento de cada partido nacionalista o de izquierda real, articulase tres puntos centrales: la autodeterminación, la consulta pública y el camino a la soberanía. A Euskadi se le murieron sus últimas aspiraciones de libertad con la República, combatiendo en el bando republicano. Hay que hacer un esfuerzo por agruparnos todos y sustituir la lógica de la retórica por la de la coherencia. Espero que esa aproximación entre vascos cada vez sea mayor y más alimentada de fuego soberanista.

Hay que evitar esa especie de mala ley del cansancio histórico que a veces entra a las comunidades por el esfuerzo continuado, pero sinceramente no veo que esa fatiga afecte todavía a los vascos. Ocurre, sin embargo, que algunos juegan a ser nacionalistas y no lo son, porque en el fondo no reconocen su capacidad soberana, y así convierten el nacionalismo en folclorismo, en culturalismo nada más. Creo que esos vascos siempre han estado con los ojos puestos en Madrid. Por el contrario, creo que es muy importante la reflexión que está haciendo el abertzalismo de izquierdas, porque está muy enraizada en las clases populares.

¿Estamos perdiendo una oportunidad de oro con la crisis?

Estamos perdiendo la oportunidad de recobrar la conciencia y nuestro lenguaje como trabajadores. La palabra revolución se nos presenta como una ligereza infantil, porque nos quieren hacer creer que la crisis es sólo consecuencia de problemas técnicos. Nos dicen que vigilemos a los financieros para que no hagan disparates y que así todo irá bien. Pero no es así, el capitalismo no puede dar otros frutos que los que da, como un manzano no puede dar peras. Deberíamos recobrar la conciencia de clase que sí hay en Euskadi, precisamente a través del nacionalismo y el sindicalismo nacionalista. Porque existe casi una equivalencia entre el nacionalismo y una visión colectivista de la sociedad.

«El ejemplo de Euskadi es vital para otros países»
Antonio Álvarez-Solís es parte de la historia reciente del periodismo español. ¿Ha cambiado mucho la profesión?
 
Yo viví la profesión desde una formación ideológica, que no era la de Franco como es evidente, sino que se basaba en el modelo de prensa soviética o sajona. Además, militábamos en ideologías, veníamos de la calle y estábamos implicados ella. En cuanto introdujeron los títulos universitarios hubo un cambio, una especie de encardinación en el mundo institucional. Y sucede que todas las instituciones son de clase y nadie puede pensar que hoy en día la universidad tenga como finalidad crear socialistas reales o revolucionarios a nivel ideológico.

¿Qué va a encontrar el lector o la lectora en «Así veo Euskal Herria»?
 
Los pequeños ensayos que he ido escribiendo en GARA en los últimos tiempos. Es curioso, porque recuerdo que yo escribí otro libro que se titulaba “El año que va a pasar” con los ensayos que publiqué en “Egin”, que tenían el mismo tamaño que los actuales de GARA. Entonces hacía un análisis de personas y situaciones que con el tiempo se han demostrado bastante acertados. Lo que he pretendido es aplicar la base doctrinal en la que me he formado a los hechos que están ocurriendo en Euskadi. Eso es lo que intento cada día, con la intención de ayudar al proceso nacionalista, que a mí me parece vital como ejemplo para otros países. Y pretendo siempre elevar la anécdota a categoría, a través de la revisión crítica de los hechos, interpretándolos desde una reflexión ideológica.
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