Antonio Álvarez-Solís no es vasco ni se siente vasco, -«aunque sí primo hermano, por la parte de celta que como medio gallego me toca»- y, sin embargo, confía profundamente en el pueblo vasco, acaso más que muchos de entre quienes acostumbran a saturar sus discursos de consignas nacionalistas sólo tan altisonantes como vacías. Este veterano periodista, enamorado confeso del humor y su literatura, sentencia que «ser nacionalista sin ser soberanista viene a ser como tocar el violón». Y tocar el violón puede estar muy bien, pero de poco sirve cuando el conflicto que enfrenta a los vascos con el Estado español atraviesa uno de los momentos de mayor represión de su historia. Para Alvarez-Solís, la solución pasa por una aproximación de nacionalistas basada en el «fuego soberanista», frente a la amenaza de Madrid, que no oculta su intención de no detenerse ante nada para aniquilar el abertzalismo.

A sus ochenta años, víctima reciente de la «cacería de voces y vidas» en EiTB, Álvarez-Solís mantiene con fuerza su compromiso con sus ideas y con los vascos, argumentos del libro «Así veo Euskal Herria», recopilación de ensayos publicados en GARA, que hoy presenta en Bilbo.