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Cumbre sobre cambio el climático en Copenhague

Carrera contrarreloj para salvar un acuerdo de mínimos sobre el clima

La cumbre del cambio climático se aproxima a su clausura sin acuerdo a la vista, pero con un sinfín de llamamientos de los líderes políticos para alcanzar un mínimo consenso antes de que sea demasiado tarde. La Casa Blanca afirmó que un pacto «vacío» sería «mucho peor» que no alcanzar ningún acuerdo, mientras que Nicolas Sarkozy abogó por mantener el Protocolo de Kioto y la UE convocó anoche una reunión urgente para intentar desbloquear la cumbre.

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GARA | COPENHAGUE

La carrera contrarreloj quedó patente ayer en los pasillos del Bella Center de Copenhague en un intento de alcanzar un acuerdo de mínimos mediante una «decisión», en lugar del acuerdo jurídicamente vinculante que desea la mayoría de los 193 países participantes en la Cumbre sobre el Clima.

La apuesta política es importante; el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon se juega su prestigio, mientras los líderes mundiales confían en no cerrar el cónclave con un fracaso.

Sin embargo, pese a la llegada de los primeros jefes de Estado y de Gobierno a la capital danesa, las posibilidades de acercamiento entre países industrializados y en vías de desarrollo son escasas, y el tiempo se agota.

Fue Felipe Calderón, presidente de México y próximo anfitrión de la conferencia sobre el clima de diciembre de 2010, quien instó en su intervención a forjar un «acuerdo ambicioso» sobre la reducción de emisiones contaminantes que pueda convertirse, el próximo año, en un tratado legalmente vinculante.

El enfrentamiento entre los estados ricos y los países en vías de desarrollo, característica de los once primeros días de negociaciones, dio paso ayer a una fase aparentemente más dialogante gracias a dos documentos sobre la reducción de emisiones hasta 2020.

El presidente de la cumbre, el primer ministro danés, Lars Lokke Rasmussen, aceptó la petición del G77, que agrupa a los países en vías de desarrollo, de relanzar las negociaciones partiendo del Protocolo de Kioto y estableció dos grupos de trabajo.

Poco después, el anuncio de EEUU de que contribuirá al «esfuerzo global» de los países ricos de destinar 70.000 millones de euros anuales a partir de 2020 en el contexto de «un acuerdo firme» que obligue a todas las grandes economías -calificado por el G77 de «buena señal, pero insuficiente»- levantó algo los ánimos.

De fracaso a catástrofe

A partir de ese momento comenzaron a circular valoraciones de ONG hablando de un giro positivo de los debates e instando a los líderes mundiales a que «demuestren su capacidad de liderazgo».

Uno de ellos, la canciller alemana, Angela Merkel, hizo un dramático llamamiento a alcanzar un acuerdo vinculante para limitar el aumento de la temperatura a 2 grados centígrados. «Será un fracaso si no logramos un acuerdo vinculante para evitarlo», señaló.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, aseguró que ese fracaso sería «una catástrofe para todos». «Los científicos nos han dicho que somos la última generación que puede hacer esto. No podemos fallar», afirmó antes de abogar por el mantenimiento del Protocolo de Kioto.

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, lanzó una advertencia a sus homólogos: «Esta conferencia no es un juego en el que cada uno puede esconder sus cartas en la manga. Si esperamos a que nuestros socios hagan sus apuestas, podemos descubrir que es demasiado tarde y todos seremos perdedores», declaró.

Desde una perspectiva más radical, el presidente de Bolivia, Evo Morales, identificó al capitalismo como una «cultura de muerte» y como «causa principal» del calentamiento global. Morales expresó su «sorpresa» porque los líderes «sólo estén hablando de los efectos y no de las causas del cambio climático», algo que tachó de «cobarde».

Por su parte, el primer ministro de India, Manmohan Singh, recordó que su país no podrá aceptar un tratado que impida sacar de la pobreza a millones de personas. «No se puede enfrentar el calentamiento global perpetuando la pobreza en los países emergentes», advirtió.

Lo peor, un acuerdo vacío

La Casa Blanca, por su parte, manifestó su confianza en la posibilidad de llegar a un acuerdo pese a las disputas respecto a los objetivos de reducción de las emisiones de CO2 y a las discrepancias por el apoyo financiero que deben recibir los países pobres para luchar contra el calentamiento global. Su portavoz, Robert Gibbs, subrayó que cualquier pacto debe incluir un mecanismo de transparencia para garantizar que todos los países cumplen sus obligaciones.

El presidente de EEUU, Barack Obama, llegará hoy a Copenhague, donde se reunirá con otros 120 líderes mundiales con el objetivo de cerrar un acuerdo. Al respecto, Gibbs aseguró que «volver con un acuerdo vacío sería mucho peor que volver con las manos vacías».

En un último intento desesperado de evitar el fracaso de la cita de Copenhague, la Unión Europea, que admitió la «falta de progresos» y pidió «flexibilidad», convocó para la misma noche de ayer una reunión entre los principales protagonistas para intentar lograr un consenso global del que salga un acuerdo «ambicioso».

 

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