Maite SOROA | msoroa@gara.net
Ya llegó el Espíritu Santo
No paran los tíos. Diríase que el nombramiento de Munilla como obispo de Donostia les ha puesto cachondos y ahí siguen, erre que erre, zurrando la badana a los curas guipuzcoanos.
A Ildefonso Ussía era cosa de esperarle. Servidora estaba segura de que no soportaría la tentación de embestir contra una de sus dianas favoritas. Como lo suyo es el trazo grueso, empezaba por describir, en «La Razón», a los curas vascos: «párrocos trabucaires», «descendientes del cura Merino», «sacerdotes que han humillado durante décadas a la Cruz en beneficio de la raza, el hacha y la serpiente», «sacerdotes del siglo XIX que escondieron y custodiaron armas de la ETA en las sacristías, y que siguiendo al pie de la letra las consignas de sus obispos Setién y Uriarte, establecieron la equidistancia entre el asesino y la víctima inocente». Y todo en ese plan.
Otra de sus obsesiones más recurrentes también recibía lo suyo: «Setién que desatendió y despreció a más de la mitad de su feligresía. Pastor de lobos. Como su sucesor Uriarte, más amable en el aspecto, igual de terrible en su obsesión equidistante».
Ussía también se apunta al «cambio» y se felicita porque «por fin ha llegado a San Sebastián un pastor del siglo XXI, que abrirá sus brazos a todos. Lo principal, Dios, que para eso está. Muy poco a poco, todo se va normalizando en nuestras Vascongadas. Pero todavía hay que limpiar, con un crucifijo por delante, la mugre que han dejado en la Iglesia vasca estos dos obispos del siglo XIX. Lo ha escrito un rapsoda epigramático: «Son los curas de Uriarte;/ son los curas de Setién./ ¡Que les den por cualquier parte!... / Que les den».
José María Carrascal, en «Abc», aseguraba que «el nacionalismo ha venido a sustituir a la religión en aquellos clérigos o seglares», y el inefable Román Cendoya, en «La Gaceta», del Grupo Intereconomía, tras llamar «mezquinos» a Setién y Uriarte, proclamaba que «el Espíritu Santo ha tardado en regresar a Guipúzcoa más que la Vuelta a España». O sea, que Munilla, en realidad, es el Espíritu Santo. ¡Fíjate de qué cosas se termina una por enterar!