Crisis entre Beijing y Londres por la ejecución de un enfermo mental
La ejecución del ciudadano británico Akmal Shaikh, condenado a pena de muerte y quien, según sus familiares, padece una enfermedad mental ha desatado una crisis diplomática entre Londres y Beijing. El Gobierno británico llamó a consultas a la embajadora china en Londres, Fu Ying, mientras que Beijing mostró su malestar por la postura británica y reclamó al Gobierno de Gordon Brown que «no cree nuevos obstáculos en las relaciones bilaterales».
GARA
Pese a los últimos llamamientos a la clemencia, China procedió ayer a ejecutar a un ciudadano británico condenado a muerte por tráfico de drogas, pero que, según sus allegados, padecía una enfermedad mental.
Akmal Shaikh, de 53 años, fue ejecutado con una inyección letal en Urumqi, capital de Xinjiang (Turquestán Oriental), anunció la agencia Xinhua. Se trata del primer europeo al que se aplica la pena de muerte desde hace 58 años, según Reprieve, una ONG de asistencia jurídica con base en Londres.
Gran Bretaña condenó inmediatamente la ejecución de una persona cuyos familiares afirman que sufría trastorno bipolar y crisis de delirio.
El primer ministro británico, Gordon Brown, quien fue el primero en anunciar la ejecución, condenó inmediatamente lo sucedido.
Brown señaló que estaba «particularmente preocupado por el hecho de que no se ha practicado ninguna evaluación mental del condenado», antes de presentar sus condolencias a los parientes y amigos de Shaikh.
El Ministerio británico de Exteriores anunció que había convocado a la embajadora china en Londres, Fu Ying.
Beijing también reaccionó de forma inmediata. «La Justicia china ha tratado este caso con estricta conformidad a la Ley», aseguró una portavoz del Ministerio chino de Exteriores. «China ha respetado plenamente los derechos de recurso del acusado», agregó.
«Expresamos nuestro fuerte descontento y nuestra oposición a las acusaciones británicas», añadió Jiang Yu, que instó a Londres a «no crear nuevos obstáculos en las relaciones bilaterales».
Ayer mismo, a primera hora, el Tribunal Supremo chino dio luz verde a la ejecución de Shaikh al rechazar el argumento de que padecía problemas síquicos.
«La investigación del Tribunal muestra que no hay nada que permita sospechar que Akmal tuviera una enfermedad mental. En consecuencia, su demanda no se puede aceptar», estimó el Supremo.
Sin embargo, según varios testimonios recogidos por Reprieve, Shaikh era un hombre que sufría graves problemas siquiátricos.
Este londinense llegado de China tras una etapa en Polonia estaba obsesionado por la idea de hacer carrera a nivel internacional con una canción que trajese la paz al mundo.
«Ven, conejito»
Se le puede escuchar cantar en el portal YouTube «Come Little Rabbit (Ven, conejito)», una canción que escribió en Polonia y que es una muestra evidente de su desequilibrio.
«Ven, conejito, ven a verme, un solo pueblo, un solo mundo, un solo Dios», cantaba con una voz muy desentonada este padre de tres hijos que habría comenzado, según «The Guardian», a tener problemas síquicos tras su divorcio en 2001.
Un británico, Paul Newberry, que le conoció en Varsovia, contó a Reprieve que Shaikh se trataba de un hombre «muy, muy enfermo». «Sufría claramente crisis de delirio y me pareció que era gravemente maniaco-depresivo. Vivía en un mundo de ilusiones. Había una gran diferencia entre lo que imaginaba y el mundo real», relató Newberry.
Akmal Shaikh fue detenido en setiembre de 2007 en Urumqi en posesión de cuatro kilos de heroína. Su familia asegura que su debilidad síquica le hizo vulnerable ante las mafias durante una escala en Tayikistán.
La Presidencia sueca de la Unión Europea condenó «en los términos más firmes» la ejecución de Shaikh y recordó que la pena de muerte es «irreparable e irreversible» ante cualquier fallo del sistema judicial.
Según datos de Amnistía Internacional (AI), China es el país del mundo donde se llevan a cabo el 65% de todas las ejecuciones del mundo. Así, en 2008 al menos 1.718 personas fueron ejecutadas y al menos 7.003 fueron condenadas a muerte. AI denuncia que «la constante negativa de las autoridades chinas a hacer pública la información sobre el uso de la pena capital hace que siga envuelta en el secreto».
Junto a ello, AI subraya que quienes se enfrentan a la pena capital «no son juzgados según estándares internacionales, siendo habituales la falta de una asistencia letrada desde los primeros momentos de detención, la falta de presunción de inocencia, las injerencias políticas durante el proceso o la aceptación de declaraciones realizadas bajo tortura».
Actualmente, la pena de muerte se aplica a unos 68 delitos tipificados en el Código Penal chino, entre los que se incluyen varios delitos violentos como el atraco, la violación y el asesinato. Se aplica también en el caso de algunos delitos económicos, como el fraude fiscal y la malversación, así como en los relacionados con las drogas. La mayoría de los condenados a muerte es ejecutado con un tiro en la nuca, aunque la inyección letal es cada vez más frecuente. AI ha expresado el temor de que el uso de la inyección letal, como en el caso de Shaikh, facilite la extracción de órganos para transplantes. «Tememos desde hace tiempo que el comercio lucrativo de órganos haya sido un incentivo económico para continuar con las ejecuciones», destaca AI, que añade que esta rentabilidad puede ser un obstáculo para abolir la pena. GARA