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«¿Qué le pasa?», pregunta el doctor; «A se simti ametita», dice el paciente

La medicina de la inmigración no es una medicina de parásitos ni virus raros. «A se simti ametita», le cuenta un paciente rumano a su médico de cabecera en cualquier ambulatorio vasco. «Estoy mareado», le quiere explicar. El idioma es sólo uno de los escollos en la atención médica a los inmigrantes. Concienciar al personal médico y sanitario es un paso primordial para prescribir la receta adecuada.

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Joseba VIVANCO

«Al principio, cuando estas mujeres acudían a consulta, cuando eran informadas de las rutinas que tenían que llevar a cabo, asentían y sonreían. ¡Qué suerte hemos tenido, entienden todo lo que les decimos¡ En las siguientes consultas constatamos que no habían comprendido las informaciones y acudían sin haberse realizado las pruebas pedidas. Sus asentimientos y sonrisas significaban gestos de cortesía. Como siguiente paso para conseguir hacernos entender fue el de utilizar el lenguaje de gestos. Es muy mímico, entretenido, quita tensión pero supone mucho tiempo. Algunas compañeras tienen y utilizan diccionarios chinos en las consultas». Era la vivencia de una matrona en un centro de la salud de la capital bilbaina, donde atienden a mujeres de origen chino desde hace más de una década.

En el vizcaino hospital de Cruces, por contra, uno de los mayores colectivos inmigrantes que atienden allí es de procedencia africana. En el mayor centro hospitalario vasco, el grupo de investigación Imisate (Inmigración y Salud Transcultural en Euskadi) programó hace unos días dos charlas -una de ellas a cargo de un médico en formación de origen senegalés- dirigidas al personal sanitario. El objetivo, ahondar en la atención médica a esa cada vez mayor, pero también heterogénea población inmigrante.

La barrera cultural

Surgida en 2003, esta iniciativa quiso adelantarse a la incipiente llegada de inmigrantes, analizando cómo atender a esas diferentes culturas desde un sistema de salud que, a diferencia de otros estados como el belga o el británico, no se había preparado para nada ante esta nueva situación.

«Comenzamos, entonces, a plantearnos la necesidad de abordar el conocimiento tanto de perfiles epidemiológicos como de las necesidades en salud de estas nuevas poblaciones», explica Elena Rodríguez, profesora del Departamento de Enfermería de la UPV-EHU y una de las impulsoras de Imisate.

La barrera idiomática ha sido el principal escollo en buena parte de esa atención, sobre todo con determinados pueblos. Como bromeada en una ocasión un facultativo, «no es lo mismo entender que hay que tomarse una pastilla cada ocho horas que ocho cada hora».

Que un hombre explore a un mujer proveniente de determinadas culturas resulta problemático, como los sistemas de valores distintos, o hechos que a nosotros nos pueden parecer tan nimios como compaginar citas con implacables horarios laborales... Muchas trabas que, sin embargo, se van limando con el tiempo y las mejoras introducidas por las administraciones y la propia implicación del personal médico y sanitario. Sin ir más lejos, hospitales de Osakidetza utilizan ya un sistema de teletraducción para poder comunicarse con los pacientes extranjeros. Pero quedan cosas por hacer.

Mejorar las prestaciones

En 2004, la Asociación vasca de Pediatría de Atención Primaria formuló una serie de propuestas a la administración sanitaria, después de analizar con los propios inmigrantes algunos de los problemas de acceso a la salud con los que se encontraban. Pasado ese tiempo, se ha avanzado en algunos aspectos.

Así, está ya en marcha un sistema de información unificado con trípticos en todos los idiomas o la expedición de tarjetas en los propios centros de salud. De igual forma, existen protocolos de actuación tanto para adultos como menores inmigrantes.

También se solicitaba un sistema de traductores. «Dicen que se está estudiando un sistema telefónico centralizado con traductores de varios idiomas, al que el sanitario llamaría con el paciente delante, o también en Urgencias disponer de una plantilla escrita en la que el médico señala una pregunta y la misma está, por ejemplo, en árabe para el paciente. Pero en centros de salud y pueblos no hay apenas nada y al final lo hacemos con amigos del paciente o a veces con ayuda de los municipios», aclara Maite de Aranzabal, coordinadora del grupo de Cooperación de esta asociación pediátrica.

Otra petición que se hizo desde este colectivo fue la de solicitar más tiempo por paciente o menos cartillas en las zonas dónde la demanda extranjera fuera alta. Finalmente, reconoce Aranzabal, «el porcentaje de inmigrantes no ha aumentado mucho en los últimos años por lo cual no ha hecho demasiado falta».

El trabajo de investigación del grupo Imisate en estos años ha arrojado como resultado el mapa sanitario el ``Mapa sanitario de la población inmigrante en la CAV'', publicado a principios de este 2009. «Hablamos de una población joven, sana, con escasa utilización de los servicios sanitarios incluidos los preventivos», resume esa radiografía.

Una investigación que rechaza de plano la extendida creencia de que los inmigrantes saturan los servicios sanitarios. «La literatura científica lo desmiente y confirma un menor uso de esos servicios en sus primeros diez años de estancia en el país de acogida», añade esta experta. Un bajo uso de esas prestaciones que, apunta por otro lado, «no es necesariamente bueno, dado que muchas veces las personas inmigrantes acuden a los servicios de salud cuando el proceso está avanzado».

¿Qué demanda esa población?

Pero ¿qué es lo que demanda esa población inmigrante? La primera matización es la de que no estamos ante un colectivo para nada homogéneo. Y no nos referimos sólo a que puedan ser portadores de enfermedades propias de sus lugares de origen. Cada cual procede de una cultura diferente incluso en lo que a la atención a la salud se refiere.

Los chinos, por ejemplo, se encuentran con un entramado administrativo demasiado complejo para ellos. Cita para consulta, vuelta a cita para analíticas, más citas... cuando en su país la atención es casi inmediata. La población de origen chino busca rapidez, puntualidad y no perder horas de trabajo. Por eso no se les ve tanto en el médico.

Con los latinoamericanos no hay problema de idioma, que es una barrera con otros colectivos, pero hay otros hándicaps. «Aunque hablamos la misma lengua, hablamos diferente lenguaje. Hay que tener cuidado con lo que se dice porque no utilizamos siempre las mismas palabras con el mismo significado o incluso traen connotaciones diferentes y hasta negativas, lo cual puede romper la empatía entre el médico y el paciente», explicaba un médico en unas jornadas organizadas por Imisate.

Otro tanto ocurre con el sentido del tiempo que algunas de estas culturas tienen, radicalmente opuesto al nuestro. Tener cita pedida y venir a otra diferente, o no acudir teniéndolo, o presentarse sin ella. Una situación habitual con determinados colectivos de inmigrantes. Además, el tipo de trabajo y horarios de muchas de estas colectividades no casan con los de los centros de salud.

Son sólo algunos detalles del difícil encaje de la máxima que defendía un facultativo vasco acostumbrado a atender a inmigrantes. «Debemos tratar a nuestros pacientes, no sólo como nos gustaría ser tratados, sino como ellos quieren ser tratados», emplazaba.

En el II Congreso de Medicina y Emigración celebrado en Roma allá en 1990, uno de los ponentes pronunció una cita muy recurrida cuando se habla de la medicina inmigrante, de «unos hombres y mujeres que han dejado una cultura sanitaria sin haberla abandonado y adquieren otra sin todavía comprenderla, de unos enfermos que esperan de nuestro mundo sanitario una tecnología carismática que los salve, pero que no aciertan a hacer comprender sus problemas interiores a médicos y cuidadores».

¿Qué es entonces lo que demandan del sistema sanitario? Elena Rodríguez, coordinadora de Imisate, recuerda que se trata, en general, de una población joven y, por tanto, con pocas necesidades sanitarias. «Nuestros trabajos encuentran que las mayores desigualdades en salud están en el colectivo africano, del Magreb y África subsahariana. Es en estos grupos donde mayor retraso se produce a la hora de conseguir su tarjeta sanitaria que les da acceso a la red pública», aclara.

No cabe duda de que la sanidad, la vasca también, ha avanzado en este proceso de atención a la población inmigrante. También queda camino por recorrer y confianza por ganar. Pero, quién sabe, quizá en un futuro no lejano al entrar ese mismo paciente rumano en la consulta de un ambulatorio vasco, el médico le pregunte: «Ce te doare?» (¿qué le pasa?). Y, entonces sí, él conteste: «A se simti ametita».

Población reducida, pero heterogénea

La población inmigrante de la CAV sigue siendo muy reducida en cuanto a número. En 2006, ese porcentaje era del 4%. Además, la diversidad en la distribución de la población extranjera es uno de los aspectos que reflejaba el Mapa sanitario de la inmigración presentado por el grupo Imisate hace un año. Así, se pueden encontrar zonas con un porcentaje bajo de inmigrantes como Ezkerraldea-Enkarterriak, o el interior y el oeste de Gipuzkoa, zonas que se encuentran en torno a la media como Uribe Kosta y este guipuzcoano, y zonas que se sitúan por encima de este porcentaje del 4% como son el territorio alavés y Bilbo. Desigual distribución porcentual y cultural, según, además, la necesidad de mano de obra. En Bilbo y Uribe Kosta, por ejemplo, hay una mayor demanda de trabajo en el campo del cuidado personal. Por eso, la presencia de mujeres latinoamericanas es mayor. En Araba, en cambio, como la agricultura tiene más fuerza, la mayoría de los inmigrantes son hombres. sobre todo magrebíes. En Markina y Ondarroa, curiosamente, la nacionalidad más numerosa es la senegalesa. En el resto de las zonas hay más mezcla y equilibrio, según Imisate. GARA

latinoamericanos

En todas las zonas y centros de salud de la CAV predomina la población latinoamericana. A continuación, y generalmente en este orden, encontramos europeos, africanos y asiáticos.

buena salud

La salud de la población inmigrante se percibe en general como buena, ya que es una población bastante joven y que lleva muy poco tiempo en la CAV. «Los chinos no van al médico», se suele decir. Es que los que están aquí son jóvenes y con buena salud, responden ellos

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