La cuestión kurda
«La revuelta en Irán puede ser una nueva revolución»
Rahim Kaderi
Intelectual y antiguo militante del PDKI
Aprovechando su visita a Euskal Herria, invitado por Idi Ezkerra, Rahim Kaderi habla para GARA sobre su pueblo, el kurdo, y sobre el malogrado acercamiento de éste con Turquía. Analiza también los recientes acontecimientos en Irán. «La revolución de 1979 comenzó así, ¿por qué no ha de ser ésta la que derroque a los ayatolás?», se pregunta Kaderi, justo cuando se cumplen 30 años del movimiento que llevó al actual régimen islámico al poder.
Karlos ZURUTUZA
Rahim Kaderi nació en Sardast (Kurdistán Este), donde ejerció como maestro y luchó por la Revolución en Irán, «como muchos otros jóvenes». Tras ser detenido por el nuevo régimen, quedó en libertad tras una huelga que secundó todo el pueblo. Después pasó a la clandestinidad para engrosar las filas del PDKI (Partido Democrático del Kurdistán Iraní), hasta que en 1984 cambió las montañas kurdas por el exilio en Europa. Vive y escribe en Madrid desde entonces, siempre atento al pulso de la realidad de su pueblo. Pero no resulta fácil desde las controvertidas elecciones persas el pasado junio: periodistas y medios de prensa vetados, páginas web bloqueadas... y mejor no usar el teléfono ya que una llamada internacional comprometerá a buen seguro la seguridad de su destinatario. Las imágenes del Irán de hoy son trémulas y borrosas, no en vano las recogen miles de teléfonos móviles. Nos llegan a través de archiconocidas redes sociales de internet, que presumen de una utilidad que desconocían hasta hace poco. Por eso nos sentamos a charlar con Rahim Kaderi. Con calma y en orden.
En Bilbo habló del «genocidio del pueblo kurdo».
Sí, entre otras cosas hablé de las masacres de kurdos en Turquía en los años 20 y 30 y de la situación dramática de los kurdos en Siria, donde se les priva de identidad; de las 182.000 víctimas civiles de la operación «Anfal» de Saddam Hussein en 1988; de los cerca de 10.000 pueblos destruidos en todo Kurdistán, de los más de 60.000 kurdos muertos desde la llegada de los ayatolás en Irán.
¿Qué han hecho ustedes para generar tanto odio?
Los kurdos hemos sido considerados como un obstáculo para los fines políticos de Turquía, Siria, Irak e Irán, que son los estados que nos someten. El Baathismo en Irak y Siria, el kemalismo en Turquía o la farsificación en Irán son distintos nombres para una misma política de asimilación y exterminio. En el mejor de los casos, la comunidad internacional ha callado; en el peor, ha sido cómplice de la limpieza étnica.
¿Por qué los kurdos nunca han tenido un estado propio?
Por una parte, las grandes potencias nunca han permitido a los kurdos tener un estado rico en petróleo y agua. No olvidemos que los principales ríos de Oriente Medio nacen en Kurdistán. Por otro, la división histórica entre los mismos kurdos tampoco ha ayudado en la creación de un Estado propio. Los kurdos han desaprovechado oportunidades históricas desde los tiempos de Saladino. Si éste hubiera reivindicado su nación, y no su religión, Kurdistán podría ser hoy uno de los estados más importantes del mundo.
Usted ha asegurado a menudo que Irán es el país más beligerante hacia los kurdos ¿Puede explicarlo?
La guerra santa que declaró Jomeini contra el pueblo kurdo no tiene precedentes: nunca antes se había declarado la yihad contra un pueblo musulmán. Hoy, la presencia militar en Kurdistán Este es muchísimo mayor que en Turquía o Siria. La discriminación de los kurdos en Irán es legal, está recogida por la propia Constitución.
Hace poco ahorcaron a un disidente condenado a diez años de prisión. Sus familiares presentaron un recurso para reducir su pena, y el veredicto fue su ejecución. Ahora mismo hay otros doce compatriotas esperando ser colgados.
Dada la situación que sufre su pueblo, ¿cuál cree usted que puede ser el alcance real de las actuales revueltas en Irán?
La revolución en 1979 empezó de idéntica manera: de Teherán se extendió a Tabriz y a las otras ciudades importantes, y de éstas al resto del país. Ahora mismo, estamos recibiendo noticias de incidentes en Isfahan, pero también en Shiraz y Tabriz. Según la información que manejo, en esta última también se habrían producido víctimas mortales. Personalmente creo que la revuelta en Irán tiene potencial para convertirse en una nueva revolución, y por muchas razones. Una de ellas es que no surge de un descontento reciente. Nos tenemos que remontar hasta la elección de Jatami en 1997, en la que el pueblo dio un «no» rotundo a la República Islámica. La gente depositó su confianza en Jatami pero, con el paso del tiempo, comprobó que los cambios no acababan de llegar. No obstante, todos sabemos que el principal detonante de estas revueltas fueron las elecciones del pasado junio.
Un documento del Ministerio del Interior dirigido a Alí Jamenei (máximo líder espiritual) que se filtró al exterior, explicaba que las cifras reales daban como ganador a Mussavi, pero que «se había alterado el resultado final siguiendo las directrices adoptadas».
Se trata de un golpe electoral de la capa militar y un grupo de clérigos que viene a corroborar un sentimiento cada vez más extendido entre el pueblo iraní: el de que el régimen no es reformable. No se trata de un movimiento contra Mahmud Ahmadineyad, como se ha asegurado de forma errónea en muchos medios de comunicación, sino contra el régimen en su totalidad. Podría darse una maniobra en la que, por ejemplo, se destituya mañana a Jamenei. Pero, como acabo de decir, la gente no se opone sólo a los líderes políticos y religiosos sino al régimen islámico en su totalidad.
¿No le parece paradójico que los levantamientos se produzcan en Teherán y no en las más castigadas ciudades de Kurdistán Este o Baluchistán Oeste?
En mi opinión, Kermanshah, Sanandaj y otras ciudades kurdas han sido históricamente las primeras en levantarse contra el régimen. Sin embargo, Teherán siempre ha gobernado tanto Kurdistán como Baluchistán desde una perspectiva totalmente militar. El mismo delito puede castigarse con unos días en prisión en Teherán o Isfahan, pero con años de cárcel, o incluso la horca, en Kurdistán o Baluchistán. Se trata de regiones bajo un control militar férreo: puestos de control cada pocos kilómetros, destacamentos de los Pasdarán en cada colina y medidas excepcionales como toques de queda, los cuales, por cierto, están empezando hoy a plantearse en Teherán y otras ciudades importantes.
Sin embargo, se habla mucho de una injerencia occidental tras las manifestaciones de las últimas semanas, sobre todo por parte de Estados Unidos.
El régimen de Teherán ha alimentado siempre dichos rumores para deslegitimar las demandas legítimas de su pueblo. Pero tenga usted en cuenta que el 70% de la población de Irán tiene menos de 35 años.
Sabíamos desde hace muchos años que esto era una bomba de relojería para el régimen y es ahora cuando está explotando. Los imanes se vienen quejando desde hace tiempo de que los jóvenes ya no acuden a las mezquitas. De ser la «generación de la Revolución» que el régimen teocrático esperaba, se han convertido en algo diametralmente opuesto al ideario religioso y militar oficial. Considero que ésta es una de las principales razones tras las revueltas y no la cacareada «injerencia occidental» a la que se agarra obstinadamente Teherán.
Tampoco creo que se trate de una revuelta espontánea porque lo veo como un movimiento muy bien organizado, aunque no sabría decir desde dónde. A Occidente lo único que le preocupa es la carrera nuclear persa, y no los derechos humanos en Irán. En cualquier caso, Alemania, el Estado francés, Gran Bretaña... todos los países se están pronunciando al respecto, todos menos el Estado español.
Veremos si la responsabilidad de acoger la Presidencia de la Unión Europea durante el primer semestre de 2010 se traduce en una actitud valiente hacia la cuestión iraní.
Ya al otro lado de la frontera, en Turquía, ¿qué balance hace usted del hasta ahora malogrado acercamiento entre turcos y kurdos?
Los gestos de Ankara hacia los kurdos durante 2009 habían levantado muchas expectativas de cara a una democratización tanto en Kurdistán Norte como en el resto del país. Desgraciadamente, la reciente ilegalización del DTP (Partido de la Sociedad Democrática) así como las numerosas detenciones han caído como un jarro de agua fría tras los pasos que se estaban dando. Sinceramente creo que hemos sido testigos de un nuevo «golpe blando» por parte de los militares, esta vez a través de su gran influencia sobre el Tribunal Supremo turco.
Por otra parte, el PKK ha aguantado literalmente el bombardeo del Ejército turco respetando hasta el mes pasado la tregua que declaró de forma unilateral en abril.
El movimiento kurdo en su conjunto ha demostrado una gran voluntad de diálogo. Lamentablemente, es siempre Ankara la que no respeta las treguas y la que cierra las puertas de cara a toda negociación política.
El recientemente creado BDP (Partido para la Paz y la Democracia) kurdo rechaza ya de pleno la «apertura kurda» de Ankara. ¿Se cierran definitivamente las vías para alcanzar la paz?
Si bien la normalización política y democrática en Turquía tardará más en llegar de lo previsto, Ankara sabe que ése es el único camino para abrirse a la comunidad internacional. Creo que hoy el pueblo turco es consciente de que sólo hay dos maneras de solucionar un conflicto.
La militar se ha demostrado inútil hasta la fecha; a la política, en cambio, no se le ha dado una oportunidad real. Sea como fuere, los cambios se producirán antes o después. Y no porque Turquía lo desee, sino que será la propia realidad la que se imponga: la de la existencia del pueblo kurdo.K. ZURUTUZA