El Museo Naval de Donostia acaba de publicar «Los vascos y el Pacífico-Euskaldunak eta Pazifikoa», un libro que desarrolla y profundiza en los contenidos de la exposición homónima que, con ocasión de las conmemoraciones del quinto aniversario del nacimiento de Andrés de Urdaneta y como homenaje al navegante, inauguró hace ahora un año. En él, han participado destacados especialistas que analizan la presencia vasca en aquel océano y la parte más oriental del continente asiático desde el siglo XVI hasta nuestros días. Y es así como han quedado al alcance del público episodios que, desde un punto de vista actual, resultan tan insólitos como el proyecto de invasión de China a cargo de un ejército en el que vascos y japoneses estaban llamados a jugar un papel muy especial. A este episodio de la invasión, en concreto, se refiere Manel Ollé, profesor de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, en un artículo que dedica a la figura de Domingo de Salazar, primer obispo de Manila.

Salazar, natural de la localidad alavesa de Labastida, se alineó plenamente con los postulados intelectuales de Francisco de Vitoria y Bartolomé de las Casas, considerados precursores del derecho internacional y de gentes. Ha pasado a la historia como defensor de las poblaciones nativas. Ese alineamiento con los postulados de Vitoria, concretamente con la ilicitud de la guerra de conquista como método para extender la fe cristiana, hizo que, aunque no sin contradicciones, terminara oponiéndose tenazmente a los proyectos bélicos contra China alimentados desde las Filipinas en el último cuarto del siglo XVI y que tuvieron en el jesuita Alonso Sánchez a uno de sus principales valedores.

Manel Ollé explica que, en 1581, cuando Felipe II se hizo también con la corona de Portugal y consiguió que verdaderamente en sus dominios jamás se pusiera el Sol y que el objetivo de conquistar China, un imperio en plena crisis, pareciera más alcanzable que nunca.

El plan, fechado en 1586, preveía que la invasión corriera a cargo de un ejército de 12.000 soldados, preferentemente «vizcainos». «No se especifica la razón -aclara José María Unsain, codirector del Museo Naval y editor de «Los vascos y el Pacífico-, pero es bien conocido que en aquella época los vascos estaban considerados especialmente dotados para cuestiones como la navegación o la guerra».

¿Y los japoneses? El citado plan, sigue detallando Ollé, preveía reforzar el ejército citado con un contingente de 6.000 japoneses, de quienes se destacaba su belicosidad y su enemistad con los chinos.

Felipe II terminó renunciando al proyecto de invasión. En esa renuncia, quizá pesó algo la opinión del obispo Salazar, pero, tal y como apunta Ollé, lo que sin duda pesó, y mucho, fue el desastre de la Armada Invencible en la Jornada de Inglaterra (1588).

El proyecto de invasión de China no es más que uno de los muchos episodios históricos poco conocidos que saca a la luz el libro del Museo Naval. «Más allá de las gestas de Elkano, Urdaneta y Legazpi -explica Unsain-, la presencia vasca en el Pacífico es recurrente y sostenida a lo largo del tiempo. Y, sin embargo, es poca la huella que ha dejado en nuestra memoria colectiva».

Precisamente, aproximar al público a la «memoria vasca» del Pacífico es el principal objetivo de este libro, profusamente ilustrado, en el que, además de Ollé y el propio Unsain, intervienen los especialistas Francisco Mellén, Susana Truchuelo, José Luis Casado, Carlos Rilova y Carlos Madrid. El punto de arranque es el Tornaviaje logrado en 1564 por Urdaneta pero la presencia vasca llega hasta nuestros días a través de pelotaris, empresarios o voluntarios de algunas ONG.