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Mertxe AIZPURUA | Periodista

Abrazos

Cualquier desconocido te envía ya un abrazo por correo electrónico. Cualquier compañía aseguradora, eléctrica o bancaria se despide con uno en sus comunicaciones. Lo del saludo, que quedaba tan perfectamente impersonal y anónimo, se fue al carajo, al igual que el tradicional apretón de manos o los besos en la mejilla entre mujeres. Ahora se estilan más los abrazos. De hecho, los jóvenes se estrujan mucho. Cuando se encuentran, cuando se despiden o cuando, simplemente, están. Y le dan un toque especial, de camaradería sincera, que lo hace diferente a lo que hasta ahora hemos considerado abrazo. Lo que ahora se lleva es un gesto más prolongado, aparentemente al menos más real, y que termina siempre con un breve masaje de fricción en la espalda del abrazado. Ahora, por si no se habían dado cuenta, aunque seguro que en este inicio de nuevo año han recibido alguno de esta modalidad, es así. El achuchón grupal de los futbolistas al marcar el gol creo que ha tenido mucho que ver en su revalorización. Yo, que soy más de besar, entiendo el éxito del abrazo porque asociamos esta muestra de afecto a una inocencia que el beso nunca tuvo. Error, porque además del abrazo del oso, hay otros que parecen más una llave de karate que otra cosa. Lo de abrazar a los árboles que recomienda una amiga lo dejo para otro día.

Entre otras ideas pintorescas de final de año, en Bilbo unos cuantos  se sumaron a la campaña de dar abrazos gratis por la calle. Escapé como pude en cuanto vi los letreros. Cierto es que a veces un abrazo es todo cuanto necesitamos. Pero en esto, como en todo, tampoco sirve cualquiera.

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