Hacía tiempo que en el club se estaba trabajando en la manera de deshacerse de la mayor apuesta deportiva y económica -traspaso más sueldo- en su reciente historia. Avalado por ser el máximo artillero de la cantera merengue y por sus once goles con el Nàstic la temporada anterior, recaló en Osasuna como el recambio ideal a la marcha de Soldado tras su año de cesión. En teoría nada podía fallar, sólo que el fútbol no son matemáticas.

Y «Portigol» se quedó sólo en Portillo. La presión pudo con él, se convirtió en precipitación y descolocación dentro del campo, y el de Aranjuez no cuajó, pese a que dispuso de innumerables oportunidades, aunque en su despedida hubiera declarado lo contrario.

Materializado su gratuito traspaso al Hércules, el problema ha acabado para la entidad rojilla, eso sí con un considerable costo para sus arcas no rentabilizado. Pero no para el jugador, que fue recibido en su nuevo equipo por un millar de seguidores, una presentación sin parangón en la historia herculina. La presión le persigue.