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Floren Aoiz I www.elomendia.com

A vueltas con el fundamentalismo

Occidente no está en condiciones de dar lecciones. Y el Estado español, que permite a la Iglesia católica apropiarse del patrimonio de municipios, concejos y valles y acaba de celebrar una «Pascua Militar», menos que nadie

Ya se sabe, la viga en el ojo propio es mucho menor que la paja en el ajeno. Este Occidente arrogante mira de reojo al «oriente» musulmán, que considera sumido en el oscurantismo y presa del fundamentalismo más retrógrado. Este Occidente cuyo emperador habla de Dios, un «mundo libre» en el que el laicismo es fachada, cuando es algo.

Este primer mundo se siente cargado de razones para aconsejar al mundo musulmán «salir de la Edad Media». Eurocentrismo, pura chulería, claro está. Pregunten a un chino por la Edad Media y verán. Aunque algunos crean que la historia de la humanidad pasa de Roma a Washington, la realidad es mucho más rica y la prepotencia occidental resulta patética para cualquiera que no se haya tragado los cuentos con los que las potencias europeas -y luego los EEUU- han querido justificar su rapiña y colonialismo.

Ruge escandalizado el coro occidental cuando un emir musulmán justifica el maltrato a las mujeres. Era preciso invadir Afganistán para poner fin al burka. No se puede aceptar que se use el velo en nuestra escuelas. Retórica progre, laicismo de pacotilla, propaganda barata para ocultar el otro fundamentalismo, por recurrir a la idea de Tariq Ali en su gran libro sobe el choque de los fundamentalismos. En realidad, los aliados de Occidente representan la versión más reaccionaria del Islam y la CIA apoyó a los fundamentalistas musulmanes para debilitar a los movimientos de izquierda, comenzando por el propio Ben Laden y pasando por Afganistán. Claro que hizo lo mismo con Sadam Hussein contra Irán y los kurdos. Los británicos lo habían hecho antes. Estrategias imperialistas. Nada que ver con el laicismo, ciertamente.

Pero si esto en general es indignante, lo que se dice contra el fundamentalismo islámico en el estado español es capaz de sonrojar a una estatua. ¡Como si fuera necesario desplazarse miles de kilómetros para encontrar sectas fundamentalistas (ahí está el Opus Dei) o residuos de ideologías intolerantes! ¿Han olvidado ya el nacionalcatolicismo, que no fue sino asquerosa combinación de fanatismo católico, fascismo y nostalgia del imperio perdido?

Es fácil aconsejar a los musulmanes separar religión y política mientras un obispo español, que afirmaba hace unos meses que los preservativos están propagando el sida en África, ha dicho que los crímenes nazis no eran tan «repugnantes» como el aborto. Según sugiere el tipo quien aborta «mata a un niño indefenso» y en esa medida «da a los varones la licencia absoluta, sin límites, de abusar» de su cuerpo.

Occidente no está en condiciones de dar lecciones. Y el Estado español, que permite a la Iglesia católica apropiarse del patrimonio de municipios, concejos y valles y acaba de celebrar una «Pascua Militar», menos que nadie. No hace falta pasar Gibraltar para conocer eso que llaman la Edad Media. Antes de hablar del fundamentalismo ajeno, sería preciso afrontar una descontaminación de la vida pública de la carga del fundamentalismo católico. Poner en su sitio a los obispos, dejar de financiar con fondos públicos sectas fundamentalistas y perseguir la apología de la discriminación de sexos y el maltrato.

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