ANáLISIs I el fantasma del 11-s EN eeuu
Fallos de seguridad que van más allá del espacio aéreo de EEUU
En su comparecencia, Obama señaló que los fallos de seguridad e inteligencia evidenciados tras el atentado frustrado del vuelo Amsterdam-Detroit son sistémicos, excluyendo, de momento, toda destitución de sus responsables. Pero no fue más allá y siguió la estela de Bush, negándose a indagar en sus orígenes.
Dabid LAZKANOITURBURU I
Con su popularidad en horas bajas -un 51% de aceptación en las encuestas, un índice bajísimo para el primer año de mandato de un presidente-, Barack Obama compareció por segunda vez en dos días para anunciar una serie de medidas en torno a los servicios de inteligencia y a la seguridad.
Su comparecencia coincidió con la publicación de un informe que certifica que los servicios de inteligencia habrían fallado a la hora de impedir el atentado fallido atribuido al nigeriano Umar Faruk Abdulmutallab en el vuelo 253 de Northwest Airlines que cubría el trayecto Amsterdam-Detroit que llevaba a bordo a 300 personas el pasado 25 de diciembre.
Dos semanas después, Obama reiteraba la tesis -que él mismo avanzó el martes- de que los servicios de inteligencia sí tenían información sobre un posible atentado desde Yemen -«una sorpresa de Navidad» en palabras de un funcionario de la CIA- pero que fallaron a la hora de «procesar adecuadamente y con agilidad» esa información y actuar en consecuencia. En resumen, habrían errado a la hora de «atar los cabos».
En espera de que el acusado diera su versión de los hechos -su primera comparecencia ante el juez estaba prevista a última hora de ayer-, Obama prosigue con su táctica de ponerse la venda antes de la herida en un intento de sortear las críticas, tanto a su derecha como a su izquierda. Así, regaló los oídos de los republicanos, que le acusan de pusilánime, con un discurso que recordaba a ratos a los del «mejor» Bush.
Tampoco se olvidó de esa importante franja de sus votantes inquietos por la creciente lejanía entre sus promesas electorales y la praxis diaria de su Administración, que ya ha anunciado una nueva vuelta de tuerca en las medidas de seguridad y los controles en los aeropuertos del país. «Mientras yo sea presidente no sacrificaré los ideales de libertad ni renunciaré a los privilegios de una sociedad abierta», aseguró el presidente.
Obama entonó el «mea culpa» y cargó sobre sus hombros la responsabilidad por unos fallos de seguridad que calificó de sistémicos y tras los que excluyó toda dimisión o destitución de altos cargos. Su asistente para Antiterrorismo y Seguridad Nacional, John Brennan, y la secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano (en la imagen superior), se apresuraron a anunciar medidas, al igual que el director general de la CIA, Leon Panetta, quien ha ordenado cambios en el modus operandi de la agencia, así como el aumento de sus efectivos en Yemen y África. No obstante, no pocos analistas auguran que rodarán cabezas en los próximos días y la de Michael Leiter, director del Centro Nacional Contraterrorista -creado tras el 11-S-, está de saldo después de que trascendiera que decidió seguir de vacaciones hasta días después del atentado frustrado.
Pero todo apunta a que la cuestión va mucho más allá, no sólo de la escandalosa indisponibilidad de Leiter, sino incluso de la conmoción generada en EEUU por la evocación de los fantasmas del 11-S en el vuelo a Detroit del día de Navidad.
Casualidad, o no, el jefe del Pentágono, el republicano Robert Gates, anunciaba ayer que planea permanecer en el puesto al menos un año más pero que desea retirarse «un día a su casa en el Pacífico».
Porque, al igual que los fallos de seguridad locales, el problema que afronta EEUU es sistémico, tanto en Afganistán como en la Península Arábiga y África.
El atentado-suicida perpetrado por un agente doble en Jost y que se llevó por delante a la plana mayor del grupo de la CIA que busca a los líderes de Al Qaeda ha sido un duro golpe que Washington ha logrado en parte silenciar porque tuvo lugar escasos cinco días después del ataque frustrado en el avión.
Y no ha concretado sus amenazas de extender la «guerra al terror» a Yemen. Los analistas excluyen cualquier tipo de intervención directa del Ejército estadounidense en suelo yemení y auguran que optará por incrementar sus ataques -ejecuciones extrajudiciales- desde aviones no tripulados, práctica que, no se olvide, venía llevando a cabo desde antes del atentado fallido también en Yemen.
Y son precisamente estos bombardeos -más de medio centenar desde la llegada de Obama a la Casa Blanca, la mayoría en Pakistán- los que Al Qaeda esgrimió para justificar el ataque a la CIA en Jost.