«Para ser txistulari hay que ser bastante payaso»
Peter Ansorena es un personaje bien conocido en Euskal Herria, bien como txistulari bien por su actividad con Txirri, Mirri eta Txiribiton. En ambas facetas acaba de protagonizar dos nuevos lanzamientos discográficos: un CD dedicado a la música para txistu de Tomás Garbizu, y «Txutxupe», el último disco de los incombustibles payasos.
Mikel CHAMIZO | DONOSTIA
Txistulari, director, comediante, escritor... José Ignacio Ansorena desarrolla una actividad inagotable en diversos terrenos, aunque la música es, sin duda, su pasión principal. Acaba de ver la luz un proyecto que le hacía especial ilusión, un CD dedicado a la música para txistu y piano de Tomás Garbizu, autor al que le unió una buena amistad al final de su vida.
¿Cómo surgió la iniciativa de grabar este disco dedicado a Garbizu?
Todo empezó cuando Álvaro Cendoya, que había grabado la música para piano de Garbizu para el sello Naxos, acudió a mí para saber algo más sobre el secreto del zortziko, un ritmo que a veces no se termina de entender muy bien. El quería conocer el punto de vista de un txistulari, y yo le propuse que podíamos analizarlo sobre las obras que Garbizu había escrito para txistu y piano. Cendoya desconocía este repertorio de Garbizu, pero cuando lo conoció le gustó mucho e hizo la gestión con Naxos para sacar adelante el proyecto de grabarlo. Es un honor que Naxos considere que la grabación tiene calidad como para ser distribuida en todo el mundo. Hace un año se editó por internet y ahora la han sacado en formato CD.
¿Qué contiene exactamente y cómo son esas obras?
Contiene toda la música que Garbizu escribió para txistu y piano. Un poco ordenada, porque Garbizu no era muy ordenado; era un hombre original, pero a veces dejaba las cosas sin terminar. Hace bastantes años, cuando yo dirigía la revista «Txistulari», entré en contacto con Garbizu y le propuse publicar las obras para txistu y piano. Las ordenamos en suites y un grupo de zortzikos, que aparecen de esa manera en el disco. Después de aquello escribió algunas piezas más, como «Mendiko itzala». También hemos incluido «Seis viejas canciones donostiarras», que él nunca adaptó para txistu, pero en varias ocasiones me indicó que podía usarlas y adaptarlas yo mismo. Lo hemos hecho ahora, tomando seis de esas melodías que originalmente son para voz y piano y que él tenía entre sus creaciones predilectas. También hemos adaptado para txistu y piano algunos de sus arreglos de melodías populares vascas de la colección de Santesteban, porque un número de esas melodías originariamente no eran cantadas, sino para txistu.
Usted mantuvo una amistad con Garbizu al final de su vida. ¿Cómo era el maestro?
Yo conocía a Garbizu desde pequeño, porque fue profesor mío en el conservatorio, pero no tuvimos más relación hasta mucho después, cuando ya era mayor. Yo iba a su casa de sobreme- sa y nos dedicábamos a charlar, porque a Garbizu le encantaba estar con la gente. Como siempre fue un solterón creo que se sentía un poco solo y agradecía mucho la compañía. Hablaba de todo y en cualquier tema tenía un punto de genialidad en sus opiniones, no dejaba de regalar ideas. Era muy generoso en ese aspecto. Sentía una gran inquietud intelectual por todo lo que le rodeaba, y era además un euskaldun de pura cepa. Su lengua natal era el euskara, y como buen músico había captado a la perfección la eufonia del euskara, algo que se puede apreciar muy bien en su música. Tenía también un sentido ético muy pronunciado; era un poco severo, pero la realidad es que estaba un algo amargado. La vida no le había tratado muy bien, la gente le había hecho faenas y en aquella época el tema de las pensiones estaba muy mal, tenía muy poco dinero. En su casa se pasaba verdadero frío.
Supongo que juntar el txistu con el piano ha debido de ser complejo por motivos de afinación. ¿Cómo ha sido la colaboración con Cendoya?
En cuanto al trato personal con Álvaro no ha habido ninguna pega, es encantador y un gran pianista. Pero es cierto que hemos tenido que trabajar mucho, porque algunas partituras estaban más pergeñadas que escritas. Garbizu a menudo daba cosas por supuestas que no escribía en las partituras. A mí me dijo más de una vez «esto no es así», pero la realidad es que él tampoco lo indicaba con precisión, porque opinaba que era tan obvio que no hacía falta. En cuanto a la afinación, es verdad que el txistu, que funciona por armónicos y sólo tiene tres orificios, presenta problemas para afinarlo junto con un piano. Ha habido que andar haciendo maravillas, pero yo creo que el producto está bastante bien y ambos estamos contentos.
Además del dedicado a Garbizu, se acaba de presentar también el disco homenaje a los veinticinco años de Txirri, Mirri eta Txiribiton, con una cierta orientación hacia los adultos.
Sí, porque reivindicamos que el payaso no es solamente para los niños. La ñoñería que está vigente en todo el mundo quiere condenar la figura del payaso exclusivamente para los niños, cuando la realidad es que el payaso ha sido siempre una figura subversiva, que se mete con todo y con todos, y especialmente con los poderosos. La palabra Txutxupe, que así se llama el disco y una de las canciones, la usabamos los niños donostiarras de mi generación cuando alguien hacia trampa. Si alguien intentaba trampear un juego, todos salíamos gritando txu-txu-pe, txu-txu-pe, para avisar a los demás y protestar. Parece una tontería, pero los niños lo tomábamos muy en serio. Nosotros con esta canción reivindicamos el txutxupe pero para la vida en general, en la que hay tanto engaño y tanta trampa. Cuando un empresario engaña a los trabajadores, éstos deberían reunirse en la puerta de la fábrica cantando «Txutxupe».
Cuando empezaron hace treinta y ocho años con Kixki, Mixki eta Kaxkamelon, ¿pensaban que su vida como payasos iba a resultar tan longeva?
La verdad es que no lo sospechábamos para nada, porque nosotros, además, empezamos por empezar. No había ningún payaso en euskara, así que decidimos hacerlo nosotros para ver si alguien más se animaba. Pero no fue así, al menos durante mucho tiempo. No teníamos ninguna vocación definitiva de ser payasos, pero al final nos enamoramos de ser payasos. Nunca estás satisfecho del todo, porque eso es imposible de alcanzar, pero ser payasos nos ha traído muchísimas alegrías.
Músico, comediante, escritor... ¿Cómo combina todas sus facetas y cuál se termina imponiendo?
Yo creo que, principalmente, soy txistulari y payaso. Pero ya se sabe que en la tradición vasca el músico hace absolutamente de todo además de música, desde ser alguacil a campanero. Pero a mí me viene bien, porque hay que ser bastante payaso para ser txistulari y, al contrario, conocer la música popular le viene genial a un payaso.
«Le encantaba hablar y estar con la gente. Como siempre fue un solterón creo que se sentía un poco solo, y agradecía mucho la compañía. Hablaba de todo y en cualquier tema tenía un punto de genialidad en sus opiniones»
«La ñoñería que está vigente en todo el mundo quiere condenar la figura del payaso exclusivamente para los niños, cuando la realidad es que el payaso ha sido siempre una figura subversiva, que se mete con todo y con todos, y especialmente con los poderosos»
Ansorena es director de la Banda de Txistularis de Donostia, que hoy a las 12.00, y como previo del día de San Sebastián, ofrecerá un concierto en el salón de plenos. La tradición «se remonta a hace veinte años, cuando a los txistularis se les ocurrió hacer un programa especialmente dedicado a la fiesta, celebrando efemérides y curiosidades de los músicos donostiarras, reconstruyendo y recuperando cosas perdidas». Este no podía faltar el homenaje a Usandizaga y a los cien años de la ópera «Mendi mendiyan», de la que se interpretarán los famosos «Contrapás» y «Alare», además de «Txantxangorria», que «aunque fue concebida como una obra de cámara, ha pasado al repertorio popular de los niños de la Parte Vieja». La banda celebra también el centenario de otro compositor no tan conocido: Guillermo Lazkano. que «tuvo que dedicarse a otros tipos de música y vivió en Madrid». De él que se podrá escuchar «un zortziko muy melancólico llamado `Donostia', y también una pieza que realizó en colaboración con el coreógrafo Gene Yurre» Y otra de las curiosidades es la actuación del donostiarra Fermin Pujol, en su tiempo una gran figura de la harmónica. Ahora tiene 79 años, pero Ansorena lo ve «muy en forma» y le ofreció tocar «un popurrí vasco con temas que él recuerda de su infancia», así que viene desde Madrid «encantado de actuar con nosotros». .M.C.
«En la tradición vasca el músico hace absolutamente de todo, desde ser alguacil a campanero»