Catástrofe en Haití
El seísmo en la isla caribeña es el peor desastre que ha enfrentado la ONU
El seísmo de Haití que ha causado decenas de miles de muertos es, según Naciones Unidas, el peor desastre al que se ha enfrentado la organización en toda su historia, peor incluso que el tsunami que en diciembre de 2004 arrasó la isla indonesia de Sumatra y mató a alrededor de 300.000 personas en doce países de Asia y África, ya que en esta ocasión han quedado destruidas por completo las estructuras locales de apoyo a la ayuda internacional.
GARA | GINEBRA
El terremoto que ha devastado la capital de Haití, Puerto Príncipe, y otras ciudades del país caribeño es «una catástrofe histórica» y la peor situación a la que ha debido hacer frente la ONU, según señaló ayer la portavoz de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) en Ginebra, Elisabeth Byrs.
«Nunca hemos tenido que hacer frente a un desastre de esta magnitud en la historia de la ONU. No se parece a ningún otro, pues el país ha sido decapitado. Señaló que contrariamente a la situación después del tsunami que mató a alrededor de 300.000 personas en Asia y África, en Haití no quedan «estructuras políticas o gubernamentales en las que apoyarnos» para llevar a cabo las labores de ayuda y rescate.
«Incluso en Banda Aceh (la provincia indonesia más afectada por el tsunami), había bases locales para coordinar la ayuda», agregó Byrs.
En Puerto Príncipe agua, electricidad y teléfono fueron totalmente cortados mientras que las carreteras, el puerto y muchos edificios oficiales resultaron gravemente dañados. El Gobierno está muy debilitado y Su sede fue trasladada a un comisaría cercana al aeropuerto.
La capital no es una excepción. En Leogane, al oeste, «no hay ninguna infraestructura local», añadió Byrs. Los edificios de esta ciudad de 134.000 habitantes resultaron dañados en un 90%, según los equipos de rescate de la ONU que pudieron llegar al lugar. La policía considera que hay entre 5.000 y 10.000 muertos.
Un poco más cerca de Puerto Príncipe, la ciudad de Gressier (25.000 habitantes) fue destruida entre un 40 y 50% así como algunas áreas del gigantesco barrio de Carrefour (334.000 habitantes).
En total, la ONU se encuentra sola al mando de una ayuda internacional masiva, confrontándose a «desafíos logísticos mayores». Lo que explica la lentitud en la distribución de la asistencia a miles de damnificados y heridos, traumatizados y hambrientos, que están entre la ira y la desesperación.
«La distribución mejora, pero sigue siendo muy complicada y muy lenta», reconoció Byrs.
Cerca de cuatro días después del terremoto, las agencias de la ONU esperan ahora poder ayudar a 60.000 personas por día.
Para la ONU, la prioridad sigue siendo la búsqueda de supervivientes. «El clima favorable y la manera como los edificios se hundieron, abriendo espacios de supervivencia, aumentaron las posibilidades» de que haya supervivientes, explicó Byrs.
«Por eso las operaciones de búsqueda y salvamento siguen siendo la prioridad y continuarán todavía», insistió la portavoz de la OCHA.
«El problema es cuánto tiempo los supervivientes podrán aguantar sin agua», reconoció. En algunos casos los equipos de rescate han podido hacerles llegar agua a las víctimas atrapadas entre los escombros.
Pero entre sus preocupaciones están también el transporte, las comunicaciones y la falta de gasolina. «La gasolina se está acabando y faltan ambulancias para trasladar a los heridos. Se usan todos los medios alternativos posibles para llevarlos», explicó.
El Hospital General comenzó a recibir medicinas, material paramédico y alimentos para los enfermos, tras tres días de parálisis total, si bien su gerente general, Guy Laroche, puntualizó que toda la ayuda «ha sido de ONG y no del Gobierno».
Pero la situación sigue siendo grave para los heridos, muchos de los cuales siguen muriendo en los centros hospitalarios por falta de auxilio, de medicamentos y hasta de comida, a pesar de la constante llegada de vuelos con material humanitario.
Igual de mala es la situación en los campamentos de refugiados surgidos espontáneamente en parques y plazas de la capital, donde no es apreciable por el momento ninguna llegada de ayuda exterior y los sin techo no tienen casi nada que comer.
En cualquier caso, mientras la ayuda humanitaria comienza a llegar a los hospitales haitianos tras días de colapso, el Gobierno planea evacuaciones masivas en prevención de posibles epidemias, además de animar a quienes tienen parientes en el interior a que abandonen la ciudad.
El puerto de la capital haitiana recibió el viernes por la noche el primer buque con cargamento desde el terremoto del martes, un barco lleno de bananas y carbón que fue acogido con júbilo por los desesperados habitantes de la ciudad.
Pero la algarabía del momento no cambia la situación en la ciudad, donde los asaltos a comercios y los enfrentamientos en los puestos de distribución de asistencia se extienden.
Y las críticas arrecian, sobre todo contra las tropas estadounidenses que, aunque han comenzado a agilizar la distribución de ayuda tras la llegada de su portaaviones, están siendo muy cuestionada por sus fallos de coordinación al frente del operativo para recibir la ayuda humanitaria en el aeropuerto de Puerto Príncipe.
Ante la lentitud con que llega la ayuda, los habitantes, abandonados a su suerte, buscan desesperadamente entre las ruinas de las tiendas, ignorando los cadáveres hacinados que se descomponen al sol. Los productos alimenticios son los más buscados.
Mientras tanto, miles de haitianos, temiendo otro terremoto por miedo a la violencia de los saqueadores, tratan de salir de la devastada capital. «Las calles huelen a muerto, no tenemos ningún tipo de ayuda y nuestros niños no pueden vivir como animales», afirma Talulum Saint Fils, que trata de huir con su marido y sus cuatro hijos. «A cualquier lugar, siempre que sea lejos de la ciudad», insiste.
Para los haitianos, la única solución es recurrir a la hospitalidad de parientes y amigos que viven en zonas menos afectadas.
El líder cubano Fidel Castro pidió «soluciones reales y verdaderas» para Haití, cuya situación de extrema pobreza es «una vergüenza de nuestra época, en un mundo donde prevalece la explotación y el saqueo de la inmensa mayoría de los habitantes del planeta.
En su último artículo, Castro escribió que miles de millones de personas en América Latina, África y Asia padecen carencias similares, aunque tal vez no todas en una proporción tan alta como en ese país, «derivadas de un orden económico y político internacional injusto que ha sido impuesto al mundo».
A su juicio, Haití es «producto neto del colonialismo y el imperialismo, de más de un siglo de empleo de sus recursos humanos en los trabajos más duros, de las intervenciones militares y de la extracción de sus riquezas».GARA