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Patxi Zamora I periodista

Abusos sexuales y santos

El autor considera que luchar contra la Iglesia no sólo es legítimo, sino prioritario. Un posicionamiento nada gratuito, sino profusamente argumentado a lo largo del artículo. Comienza Zamora por la hipocresía de la jerarquía eclesial en materia sexual, sigue con su adhesión al régimen de Franco y termina recordando sus implicaciones en la corrupción económica y política, que alcanzan también a Euskal Herria.

Numerosos teólogos han sido castigados dentro de la Iglesia por considerar la sexualidad humana como «un lujo de la naturaleza» y por comprender las relaciones prematrimoniales, la homosexualidad o la masturbación. Muchos de estos severos apercibimientos los firmaba Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, antes llamada Inquisición. Por otra parte, el Derecho Canónico tiene en cuenta desde tiempo inmemorial los delitos sexuales cometidos por sus pastores, el homo eclesiasticus, pero las Instrucciones del Vaticano para tapar los escándalos sexuales son, como dice una de 1962, de «reserva total». Marcial Maciel, fundador de la poderosa organización católica de los Legionarios de Cristo, fue protegido tras haber infringido abusos sexuales sobre cientos de muchachos a lo largo de varias décadas. El castigo que se le impuso, en mayo de 2006, fue la reclusión en un monasterio mexicano y el alejamiento de la vida pública.

En EEUU las diócesis católicas han pagado miles de millones de dólares para reparar a los que sufrieron vejaciones sexuales por parte de sus sacerdotes. En Irlanda, tras tres décadas de abusos a menores en instituciones gestionadas por la Iglesia católica (uno de cada cuatro las padeció), la Justicia de la isla ha iniciado los trámites para castigar a los culpables y ha hablado de «arrogancia, ocultamiento, negación a las víctimas» y de connivencia a la propia República irlandesa. Todos los arzobispos y obispos fueron conscientes de la trama criminal y callaron. El ministro de Justicia irlandés ha proclamado que «un alzacuellos no protegerá a un criminal».

Mientras tanto, la curia vaticana distrae la atención de sus seguidores con sucesos y nombramientos más propios del Medievo. «La Razón» (2000-9-12) titulaba en portada a cuatro columnas: «El Papa practica un exorcismo sobre una chica endemoniada». Con más trascendencia sociopolítica, la revista «Tiempo» informaba de que el 78% de los santos pertenece a la clase alta, el 17% a la media y el 5% a la baja, la mayoría son varones de raza blanca y la diócesis de Madrid es la que más candidatos presenta de todo el mundo.

Historia y mentiras de la Iglesia católica. La teología sirve para adaptar a los nuevos tiempos los dogmas heredados. Los católicos la han necesitado mucho porque la historia de la Biblia está condicionada por su dependencia de los poderes de turno y está llena de reescrituras, añadidos y refundiciones interesadas. La mayoría de lo que se conoce como «palabra de Dios» está copiado, literalmente, de otras religiones: el diluvio universal, el nacimiento de Jesús, la virginidad de María... Jesús es un personaje del que se cuenta con pocas informaciones fidedignas que no resisten la historia crítica moderna. Los apóstoles no tuvieron a Jesús por Dios (hubo serias disputas dentro de la Iglesia hasta el 680) ni se instauró ninguna iglesia, ni sacerdocio ni estructura oficial alguna; el dogma de la «Asunción de María» no fue proclamado hasta 1950 y hasta el siglo V era completamente desconocido... pero, la dimensión teológica les resbala, basta con la obediencia pues lo que importa son los mecanismos de poder.

Y esta obediencia ciega nos aporta conductas que reflejan la lejanía vital de los seguidores de la Iglesia con la sociedad actual. En «La Razón» (2008-12-29), un extenso reportaje sobre la manifestación realizada en Madrid, con motivo del Día de la Familia, exponía el caso de la familia Ruiz Pons, que desde Valencia acudía disfrazada de «belén» para dar testimonio de su fe. La familia en cuestión estaba compuesta por los padres y doce hijos, ocho de ellos minusválidos, ante lo que el jefe de la prole declaraba: «Dios hace milagros, pero a su manera y somos muy felices».

Entre quienes acudieron a la consagración de España al Sagrado Corazón, ceremonia oficiada por Rouco, (junio 2009), estaba Arantza Díez, con su marido y diez hijos, «educados en casa» pues son defensores del «Home schooling», corriente cada vez con más adeptos dentro de la propia Iglesia, que desconfía del «laicismo y relativismo» reinante en la enseñanza pública. El laicismo mina los cimientos de una religión acostumbrada a educar a través del miedo y el sometimiento. La Iglesia apoyó con vehemencia el régimen franquista porque ya entonces denominaban a la escuela laica, establecida por la República, como «secta infernal y anticristiana de ateos y apóstatas». Y también por el creciente prestigio social del maestro que amenazaba con oscurecer la figura del párroco, disminuyendo su influencia en la comunidad. La depuración de los maestros constituyó un objetivo primordial para el franquismo y el control de la enseñanza representó un pilar básico en la construcción del nuevo régimen nacionalcatólico.

Poder económico y corrupción. Los casos de corrupción en los que se ha visto envuelta la Iglesia católica han sido numerosos en los últimos años. La Iglesia se financia fundamentalmente con las aportaciones de sus fieles (la sede del Opus Dei en Nueva York se inauguró en el 2001 y costó 70 millones de dólares de los que la mitad se obtuvo de una sola donación), la subvención del Estado, lo aportado por empresas de su propiedad, sobre todo en el sector de la edición de libros y medios de comunicación, arrendamientos, herencias... y sus millonarias inversiones.

A lo largo del proceso (por graves delitos económicos) contra Javier de la Rosa, amigo de Juan Carlos Borbón, se supo que 14 conventos y los arzobispados de Toledo y Barcelona tenían acciones tanto en el grupo Torras como en el Gran Tibidabo, principales afectadas del sumario. Diferentes comunidades de religiosos y varias diócesis se vieron millonariamente sorprendidas por las estafas de Gescartera y Afinsa. Y el último ejemplo lo tenemos en Euskal Herria, en Navarra, donde la Iglesia se ha apropiado en los últimos años y en el mayor de los secretos, de al menos 1.087 bienes que pertenecen a los pueblos afectados. Viviendas, locales comerciales, garajes, cementerios, fincas, prados, viñedos e incluso un frontón.

La premeditación y alevosía son de tal calibre que Jesús Lezáun, el teólogo navarro recientemente fallecido, ha afirmado: «Los obispos son verdaderos atracadores». «No es lógico que la Iglesia exija unas conductas de comportamiento y que luego no sea coherente con ellas a la hora de invertir el dinero», ha escrito Alejandro Torres, profesor de Derecho Eclesiástico de la Universidad Pública de Navarra. Como dice un amigo, «la religión es la forma más fácil de hacer plata en abundancia sin exponer el capital».

Los nombramientos realizados por el Vaticano para dirigir la Iglesia en Euskal Herria (empezando en Iruñea primero con el ultra Sebastián y ahora con el ex arzobispo castrense) demuestran que la institución apuesta por aplastar a sus sectores más comprometidos y dar alas a los más conservadores, no sólo en materia ética y religiosa, sino especialmente a la hora de alinearse con las tesis del nacionalismo español. Por todo ello, luchar contra la Iglesia me parece no sólo legítimo sino prioritario para que se desvanezca como institución que representa históricamente lo peor del ser humano.

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