GARA > Idatzia > Mundua

Análisis | Elecciones en Sri Lanka

La Presidencia cingalesa podría ser para un criminal de guerra

Tener que elegir entre Rajapaksa o Fonseka para presidir el país, cuando ambos se jactan de la ofensiva contra el LTTE y podrían estar implicados en crímenes de guerra, pone a los tamiles en la disyuntiva de echar al actual presidente o no participar en la «farsa electoral» de hoy.

p019_f01_148x96.jpg

Txente REKONDO Gabinete vasco de Análisis Internacional (GAIN)

Los otrora aliados en la guerra contra el pueblo tamil y la ofensiva contra el LTTE, el actual presidente, Mahinda Rajapaksa, y el general retirado Sarath Fonseka, se han distanciado y se presentan como las dos caras de una misma moneda, el chauvinismo cingalés, más allá de lecturas interesadas que pretenden encontrar diferencias de calado donde no las hay.

Ambos se presentan como los artífices de la derrota militar de los Tigres tamiles y, qué paradoja, ambos precisan ahora del voto del pueblo tamil para vencer a su contrincante. Desde el final «oficial» de la guerra Rajapaksa ha intentado asentar los pilares de su poder, fuertemente ligados a redes familiares y a algunos aliados claves. Para ello, ha decidido adelantar dos años la convocatoria de las elecciones presidenciales, esperando poder aprovechar la ola de entusiasmo chauvinista que inundó la isla tras la derrota militar del LTTE.

Desde el verano, Rajapaksa ha maniobrado para apartar a cualquiera que pudiera hacerle sombra en su reelección. Su principal adversario era el general Fonseka y, por eso, ha intentado marginarlo institucionalmente. Eso ha provocado la ruptura de los antes aliados y ha llevado a Fonseka a presentarse también a las elecciones.

El mismo perro con distinto collar. Así definen algunos tamiles la carrera de esos dos políticos cingaleses hacia la Presidencia. La política del actual presidente hacia la población tamil es de sobra conocida, ya que durante su mandato, el chauvinismo cingalés ha regido los parámetros políticos y sociales de Sri Lanka. La humillación hacia el pueblo tamil alcanzó nuevos grados con las celebraciones posteriores a la derrota tamil y la declaración de fiesta nacional, actos en los que forzaron a muchos tamiles a participar.

Fonseka, por su parte, ha logrado aunar apoyos dispares en torno a su candidatura. Los principales partidos de la oposición y significados líderes del clero budista (siempre en primera línea contra el pueblo tamil) han manifestado su voluntad de apoyar al general retirado, para evitar que Rajapaksa repita.

Esta situación aboca al electorado cingalés a elegir entre ambos, lo que conllevará una clara división del voto que requerirá de otro tipo de apoyos para lograr una victoria. Así, se da uno de los sarcasmos de esta campaña, ya que ambos pueden depender del voto tamil para conseguir su objetivo.

Algunos miembros de la élite política tamil han manifestado su intención de apoyar a Fonseka para evitar la reelección del actual presidente. En ese contexto se sitúa la declaración de algunos miembros de la Alianza Nacional Tamil (TNA) que han encontrado en esa fórmula el único camino para expulsar a Rajapaksa del sillón presidencial.

Otros tamiles, en cambio, rechazan a ambos y recuerdan su papel en la represión y persecución del pueblo tamil. También evocan las palabras de Fonseka cuando dijo que «Sri Lanka pertenece a los cingaleses, y las `comunidades minoritarias', como los tamiles, pueden vivir en este país con nosotros, pero no pueden pretender, bajo el pretexto de ser una minoría, alcanzar determinadas cosas». Por ello, esos mismos agentes piden que no se participe en esta «farsa electoral».

En los últimos meses ha surgido de la mano de la poderosa diáspora tamil otro intento de articular nuevamente el movimiento político tamil en torno al derecho de autodeterminación. Se trata de poner en marcha los mecanismos necesarios para constituir un Gobierno Transnacional, con un protagonismo de posprincipios de la Resolución Vaddukkoaddai (adoptada durante el primer congreso del Frente de Liberación Unido Tamil en mayo de 1976), y la formación de Asambleas en los diferentes estados donde la presencia de la diáspora tamil es importante (Canadá, Gran Bretaña, Estado francés, Alemania, EEUU, Australia...)

La realidad muestra que la mayoría de los tamiles todavía se estén recuperando de las duras consecuencias sufridas en la ofensiva militar de Colombo y que, en buena medida, determinan el futuro de su pueblo. Esta fotografía pesa todavía mucho sobre las conciencias tamiles a la hora de depositar su voto.

Decenas de prisioneros políticos iniciaron hace unos días una huelga de hambre; cerca de 300.000 tamiles han pasado o aún siguen en los llamados «campos de exterminio»; quienes han podido regresar a sus hogares no encuentran más que desolación (viviendas destrozadas, imposibilidad de trabajar, familias separadas o que han perdido a alguno de sus miembros...); el atosigante control militar de sus tierras; el riesgo a ser nuevamente detenidos, como les ha ocurrido ya a muchos de los que dejaron hace unas semanas los campos de concentración... Con esa expectativas poca ilusión de votar a los candidatos cingaleses debería quedarle al pueblo tamil.

Sri Lanka y su clase política, religiosa y militar tienen diseñada una evidente estrategia de asimilación, como lo manifestaron en el pasado sus propios líderes. La militarización del pueblo tamil, la confiscación de tierras, el vuelco demográfico que se busca y el control absoluto de todas las instituciones son algunos de los ejes de esa política. Como señala un analista local, el Gobierno de Colombo, independientemente de quien esté al frente, busca crear un «nuevo norte».

Aquellos que en la escena internacional, por interés o ignorancia, han mostrado su apoyo a la política criminal de Colombo, tampoco deberían olvidar la cara menos amable de la realidad de Sri Lanka. Los ataques a medios de comunicación y periodistas; los secuestros, detenciones ilegales o desapariciones; los ataques a opositores; la violación de la inmunidad de miembros de la ONU y el constante acoso a las ONG internacionales, y los abusos policiales en toda la isla; son algunas de las características del régimen cingalés.

Rajapaksa se presenta como el actor clave que acabó militarmente con el LTTE, mientras que Fonseka se agarra a su «carrera militar contra el LTTE». Ambos quieren rentabilizar la guerra contra los tamiles, en la que, según se ha denunciado recientemente, se practicaron ejecuciones sumarias de algunos dirigentes del LTTE después de que acordaran su rendición con los militares cingaleses.

Si se confirman esos datos, algo que cada día parece más evidente, tanto Fonseka como Rajapaksa estarían implicados en esos crímenes de guerra y, por lo tanto, tal y como señala Chris Patten, el futuro presidente de Sri Lanka sería un criminal de guerra.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo