Elevan tanto el tono de sus soflamas que al final, se acaloran y se les va de la boca lo que quisieran callar. La «cuestión vasca» les desata la incontinencia verbal.

Ayer le pasó eso mismo a Edurne Uriarte en «Abc». Con el objetivo de zumbar al PSOE con el llamado «Caso Faisán» como fusta, terminó haciendo apología de la guerra sucia o algo muy parecido. Juzguen ustedes mismas.

Según Uriarte, «uno de los momentos más tristes y desoladores de la lucha antiterrorista tuvo lugar cuando una buena parte de este país sonrió con displicencia, incluso rió, ante aquella petición de las actas de las reuniones del Gobierno con ETA realizada por Rajoy en el Congreso en la pasada legislatura. Porque no sólo rió por ignorancia, con tantos `analistas' que desconocían a esas alturas la existencia de las actas o la importancia de tales documentos en los métodos de trabajo de ETA. Lo hizo espoleada más bien por aquel clima de impunidad moral en el que se desarrolló la negociación de Zapatero con ETA. Cualquier cosa valía, incluido Faisán». O sea, que la inmensa mayoría de la gente, también en el país de abajo, quería que aquello terminara bien. Y Uriarte, evidentemente, deseaba que no fuera así.

A partir de tamaña revelación, Uriarte desnuda su pensamiento íntimo: «una cosa es que el Estado se manche las manos con la sangre de los crímenes terroristas y otra que lo haga de forma chapucera y nos enteremos, que es lo que pasa con el caso Faisán y lo que ya no pueden admitir ni los que se reían con lo de las actas». Dicho lo cual, no duda en afirmar: «La porquería, vale, pero si es secreta». A mí me viene a la cabeza, por ejemplo, el caso de Jon Anza. ¿Se referirá a esas cosas Edurne Uriarte? Sería bueno saberlo.

Y para concluir, otra perla cultivada: «Las cloacas del Estado han emergido a la superficie, la sonrisa ha quedado helada en tantas bocas complacientes y la calificación de «alta traición», empleada por la Unión de Oficiales de la Guardia Civil, se abre paso». Aquí le ha salido el ramalazo esencialista y cuartelero a la catedrática ¡Qué patriotero suena eso de «alta traición», Edurne! ¡Quién te ha visto y quién te ve!