De Nelson Mandela se habla mucho estos días en el Estado español. Entre los estrenos de esta semana destaca la película que retrata cómo pasó de ser «terrorista» preso y enemigo número 1 del régimen sudafricano a convertirse en Nobel de la Paz y presidente de su país. La izquierda abertzale, sin embargo, no lo ha descubierto ahora. No ha necesitado que John Carlin escribiera un libro tan cinematográfico como «El factor humano», ni que Hollywood viera dividendos de taquilla en el tema, ni que Morgan Freeman le prestara su oscarizada cara. Mandela ha sido hace mucho tiempo una de sus principales fuentes de inspiración en la búsqueda de una solución al conflicto.

El acto que se juzgó ayer supone una prueba. Otegi comparó a Gatza con Mandela por los años transcurridos en prisión, que a día de hoy, por cierto, ya son más de los que pasó el líder anti-apartheid. Una comparación que para muchos resulta escandalosa, pero que en términos objetivos y numéricos es real como la vida misma. También existen elementos incontestables que unen con Mandela al propio Otegi. En aquel acto de Zornotza, el líder vasco trazó el recorrido vital del líder sudafricano: primero preso, luego interlocutor, más tarde Nobel de la Paz y finalmente presidente. Y aseguró que los vascos también harán todo ese camino algún día.

De momento, él ha sido primero preso, luego interlocutor, y más tarde de nuevo preso, pero el camino todavía es largo. Otegi, como Mandela, es una referencia para su gente, pero es sobre todo un líder. El liderazgo no se mide sólo en la capacidad de sobreponerse a los revéses, sino especialmente en la de innovar, inventar, anticiparse al futuro, cambiar claves, adaptar modos de hacer... y convencer, que es el primer paso para vencer. Por eso lo tienen preso, aunque quizás con ello no logren más que aumentar su figura.

En el Estado español, por cierto, a la película de Mandela la han titulado así: «Invictus».