Mikel INSAUSTI

Reitman se supera y en su tercer largometraje alcanza la excelencia, convertido ya en un dominador de la obra redonda pese a la complejidad de los muchos temas contenidos en ella. Sólo los grandes de la comedia, y estoy pensando en Billy Wilder, sabían cómo divertir al público haciéndole pensar de paso en cosas muy serias. Pero es que Reitman cuenta además con la evolución del cine, y así puede incluir material documental, muy eficaz a la hora de completar una radiografía sociológica sobre el mundo actual. De otro modo sería imposible llevar a cabo un muestreo de tal magnitud, ya que el protagonista de “Up in the Air” realiza infinidad de entrevistas con los empleados a los que debe comunicar su despido. Sería un tema más que suficiente para llenar la película, aunque Laurent Cantet ya contó eso en “Recursos humanos”, así que el talentoso hijo de Ivan Reitman va más lejos al describir cómo la crisis económica alcanza a todos, también al propio ejecutivo que tiene la facultad de despedir, una vez que empiecen los recortes en su empresa y sea vea relegado a una oficina en la central perdiendo sus dietas de viaje.

El atribulado protagonista, al que George Clooney presta su encanto y cinismo a partes iguales, no deja de ser otra víctima del sistema. Su trabajo le ha hecho llegar a sentirse un hombre independiente, un viajero de primera clase que va ligero de equipaje y no tiene ataduras personales de ningún tipo. Pero todas esas sensaciones de libertad se vienen abajo cuando su modo de vida se ve amenazado por culpa de las contradicciones que genera el progreso. La tecnología le había otorgado el poder de volar de una ciudad a otra en contacto con sus jefes, hasta que otra ejecutiva más joven idea un sistema de despido por videoconferencia que deja obsoleta la practica anterior eliminando gastos de desplazamientos. Ninguna película actual ha expresado tan bien como “Up in the Air” la soledad e indefensión del elemento humano en plena era de las telecomunicaciones.