Proceso de paz irlandés
El DUP reclama mayor claridad y detalle para un acuerdo ya seguro
Todo apuntaba a ayer, pero la necesidad de mayor claridad demandada por los unionistas retrasó el anuncio de un acuerdo entre DUP y Sinn Féin para asegurar las transferencias de Londres a Belfast. Sin embargo, tanto republicanos como unionistas aseguraron que el acuerdo está al alcance de la mano, mientras trabajan en un pacto que no sólo significa un paso de gigante para el proceso, sino que alterará el futuro paisaje político norirlandés.
Soledad GALIANA | DUBLÍN
Las expectativas y los informes del secretario de Estado británico, Shaun Woodward, y del ministro de exteriores irlandés, Micheal Martin, eran tan buenos que los jefes de Gobierno británico e irlandés, Gordon Brown y Brian Cowen, cancelaron su agenda para el día de ayer -incluida la reunión con el presidente del Ejecutivo de Madrid, José Luis Rodríguez Zapatero, sobre cuestiones relacionadas con la presidencia de la Unión Europea- para preparar su viaje a Belfast y celebrar el acuerdo entre los partidos norirlandeses, que abriría la puerta a la transferencia de competencias de Justicia y Policía de Londres a Belfast.
Filtraciones y comentarios en un principio velados y, posteriormente, públicos por parte de miembros de los equipos negociadores, hacían esperar lo mejor tras los encuentros del sábado, durante los que se desentra- ñaron las claves para un acuerdo entre el DUP y Sinn Féin, que será realmente histórico en caso de alcanzarse. Sin ir más lejos, el jefe del equipo negociador republicano y viceprimer ministro del Ejecutivo de Belfast, Martin McGuinness, explicaba el domingo que los partidos habían «progresado considerablemente» durante las negociaciones y que existían las bases «sobre las que nacionalistas, republicanos, unionistas y lealistas pueden avanzar juntos».
El anuncio de un acuerdo se daba por tan seguro que hasta el ministro de Exteriores británico, David Miliband, afirmó en la Cámara de los Comunes del Parlamento británico que Brown estaba en el norte de Irlanda. Después, Miliband tuvo que rectificar y explicó que «aunque había sido informado de que el primer ministro estaba de camino a Belfast ahora resulta que no está de camino a Belfast porque la situación ha cambiado por diferentes motivos en los que no voy a entrar».
Se puede perdonar a Miliband, porque incluso algunos periodistas ya marcaban la fecha de ayer, 1 de febrero, santa Brígida -santa patrona de Irlanda-, en ese calendario en el que también figuran el Viernes Santo y el 13 de octubre, fechas clave para el avance del proceso irlandés. Pero, una vez más, los unionistas se han hecho de rogar, aunque incluso entre sus propias filas se contempla la posibilidad de que sea hoy -día de la festividad pagana de Imbolc, y que marca el renacimiento después de la «muerte» que supone el invierno- cuando se firme el acuerdo.
«Casi hemos llegado, pero necesitamos un último empujón», parecía querer decir el líder del DUP, Peter Robinson en la rueda de prensa que ofreció después de un encuentro de casi cuatro horas con el grupo parlamentario de su partido en la Asamblea legislativa de Belfast. Y es que la montaña que le ha tocado escalar a Robinson, la de unas negociaciones mano a mano y sin tutores con Sinn Féin, es empinada y difícil para un unionista.
El acuerdo está al alcance de la mano, auguraba Sinn Féin, cuyo equipo negociador sólo necesitó sesenta minutos para convencer a sus diputados de que el acuerdo que estaba sobre la mesa era lo que necesitaban. Pero ante la evidente satisfacción republicana, los unionistas necesitan más tiempo, tras una lectura detallada y a fondo del documento sobre el que se está trabajando.
Sin embargo, fuentes internas del DUP afirmaron que el encuentro del grupo parlamentario unionista no sólo fue fructífero, sino que además todos coincidieron en que «no había ninguna cuestión que no pudiera ser resuelta», aunque se sospecha que los elementos más conservadores y retrógrados del partido en el seno de la Asamblea no están totalmente a favor del plan negociado por su líder, Peter Robinson.
«El grupo ha identificado, ya que las negociaciones todavía no han concluido, ciertas cuestiones que deben resolverse y puntos con los que necesita sentirse satisfecho», afirmó Robinson ante los periodistas, que para cuando oyeron la declaración de los unionistas ya habían vuelto a desempaquetar las maletas que habían preparado ante el inminente anuncio de acuerdo.
Abocados a entenderse
Lo importante es que en estos momentos tanto republicanos como unionistas están abocados al acuerdo, después de siete días continuados de negociaciones en Hillsborough, la residencia de Shaun Woodward en las afueras de Belfast. Ambos quieren que las instituciones funcionen, que no hibernen, como han hecho hasta ahora, y Robinson prometió que éste es un proceso «en el que estamos comprometidos como partido político» momentos antes de volver a una noche más de negociaciones con Woodward, McGuinness y el resto de los partidos norirlandeses.
Minutos antes de la rueda de prensa unionista, el ministro republicano Gerry Kelly admitía que aún quedaban algunos flecos por atar, pero que estaban seguros de que conseguirían un acuerdo. «No hay cuestiones problemáticas, estamos muy cerca del acuerdo, pero hay cuestiones que resolver», afirmó.
El responsable de la Policía norirlandesa, Matt Baggot, que ya ha expresado su apoyo a la transferencia, llegó a Hillsborough ayer por la tarde junto con el coordinador del Consejo Policial, Barry Gilligan, para ser informado sobre los avances en las negociaciones.
Entre las cuestiones a debatir se encuentran la transferencia, el papel del ministro de justicia, la cooficialidad del gaélico y la cuestión de las marchas orangistas, además de un proceso de consulta a los ciudadanos norirlandeses sobre el acuerdo, que se realizaría a través del Ejecutivo norirlandés. Se trata de una propuesta unionista que, como explicaba el parlamentario del DUP Gregory Campbell, es necesaria para que los norirlandeses expresen su apoyo al acuerdo y digan a los partidos «si seguir adelante con él o no».
La negociación entre unionistas y republicanos se reabrió el lunes, después de que anteriores reuniones sobre la transferencia de Londres a Belfast acabaran en desacuerdo. Éste era tal que el mismo lunes Gordon Brown y Brian Cowen volaron desde Londres a Belfast para evitar el que parecía inevitable colapso del Ejecutivo norirlandés, ya que Sinn Féin había advertido de que si las instituciones no funcionaban no había motivo para que existieran.
El republicano Gerry Kelly admitía que aún quedaban algunos flecos por atar, pero dijo estar seguro de que se conseguirá un acuerdo. «No hay cuestiones problemáticas, estamos muy cerca del acuerdo», aseguró.
«El grupo ha identificado, ya que las negociaciones todavía no han concluido, ciertas cuestiones que deben resolverse y puntos con los que necesita sentirse satisfecho», afirmó el líder del DUP, Peter Robinson
Martin McGuinness explicaba que los partidos habían «progresado considerablemente» y que existen las bases «sobre las que nacionalistas, republicanos, unionistas y lealistas pueden avanzar juntos».
El parlamentario del DUP Gregory Campbell consideró que una consulta popular es necesaria para que los norirlandeses expresen su apoyo al acuerdo y les digan a los partidos «si seguir adelante con él o no».
Los vecinos nacionalistas de Derry recorrieron un año más las calles de la ciudad norirlandesa para recordar uno de los peores episodios de violencia de Estado ocurrido durante las tres décadas de conflicto en el norte de Irlanda, el conocido como Domingo Sangriento (Bloody Sunday), que tuvo lugar el 30 de enero de 1972 cuando los soldados del regimiento paracaidista británico abrieron fuego sobre una manifestación por la igualdad de los derechos civiles de los católicos norirlandeses. Catorce civiles murieron bajo las balas británicas en un acto que las autoridades de Londres justificaron con una investigación que acusó a las víctimas de actos de «terrorismo».
Desde que el Gobierno británico aceptara iniciar una nueva investigación, que había sido cerrada en el año 2005 y a la que se dotó de casi trescientos millones de euros, han transcurrido cinco años de reuniones públicas y se han recogido más de dos mil quinientos testimonios, pero los familiares siguen esperando el dictamen del nuevo juez de la cámara de los Lores, Lord Saville. Lo que en un primer momento iba a ser una espera de dos años lleva ya añadido un retraso de otros tres.
Treinta y ocho años después, los manifestantes de Derry reprodujeron el recorrido de la marcha original, acompañados por el viceprimer ministro republicano y jefe del equipo negociador de Sinn Féin, Martin McGuinness, en su único día libre en una semana de maratonianas negociaciones en Belfast.
McGuinness dio voz al que ha sido el mensaje central de las familias de las víctimas, al declarar que «es hora de que Lord Saville deje que salga la verdad, para que el mundo sepa que después de que los soldados asesinaran a vuestros seres queridos -a nuestra gente- el Estado británico inició una campaña de mentiras y engaños destinados a cubrir sus acciones asesinas», al tiempo que instó a Saville a tomar las medidas necesarias para «asegurarse que su informe es publicado sin más retraso».
Saville anunció en setiembre que el informe final no estará preparado hasta el 22 de marzo de este año.
John Kelly, cuyo hermano Michael es una de las víctimas del Domingo Sangriento, pidió que Saville se ciña a sus plazos: «Nos dio una fecha, y luego cambia de opinión y nos da otra. Ahora es el 22 de marzo. Es importante que sea en esa semana o incluso antes».S.G.