Fatalista, el sur de Líbano teme un nuevo conflicto con Israel
Tres años y medio después de la guerra entre Israel y Hizbulah, el sur de Líbano vive al ritmo de las amenazas de dirigentes israelíes contra el partido chií y espera, fatalista, un nuevo conflicto.
Rana MOUSSAOUI
France Presse
Si volvéis, os estaremos esperando», advierte Hizbulah en un cartel colocado cerca de Aita Ashaab. Al otro lado de la frontera, el Partido de Dios secuestró a dos soldados en julio de 2006, provocando una ofensiva israelí de un mes que produjo más de 1.200 muertos en el lado libanés, la mayoría civiles, y 160 en el bando israelí, mayoritariamente militares.
Los dirigentes israelíes han multiplicado recientemente sus advertencias: un ministro ha afirmado que los dos bandos se dirigen hacia un nuevo enfrentamiento y el primer ministro, Benjamin Netanyahu, acusó el martes a Beirut de permitir a Hizbulah desarrollar su fuerza militar que, según el Estado hebreo, se estima en 40.000 cohetes, cuando en 2006 tenía 14.000.
«Hay miedo, por supuesto», afirma Hayat en Cana, una localidad que en 2006 sufrió un ataque aéreo que provocó 29 muertos, 16 de ellos niños. «Cada día, desayunamos con informaciones sobre la eventualidad de una nueva guerra».
En la terraza de una casa situada junto al cementerio en el que reposan estas víctimas, Hayat comenta, a voz en grito, con sus vecinos las últimas declaraciones israelíes, análisis de prensa y rumores.
«Esta vez, dicen que bombardearán Beirut. ¿Dónde atacarán?», pregunta una mujer a voz en grito.
Su vecina, Hajje Diba, añade en tono confidencial: «Si la guerra estalla, Siria e Irán participarán, no se limitará a Hizbulah».
«Se dice también que [los israelíes] atacarán por el valle de la Bekaa [al este de Líbano]», murmura.
En el lado libanés, el primer ministro, Saad Hariri, afirmó recientemente que teme «una intervención israelí».
El líder de Hizbulah, Hassan Nasrallah, ya advirtió en enero que su partido «cambiaría el aspecto de la región» en caso de que estallara un nuevo conflicto.
El miércoles, el tono se elevó un punto en Damasco cuando el ministro de Exteriores, Walid Mouallem, afirmó que un eventual conflicto se transformaría en «guerra generalizada».
En Yarine, Jaled y su esposa Dima, que tienen un pequeño comercio a dos pasos de la frontera con Israel, no tienen intención de vivir el mismo infierno que sufrieron en 2006.
«A la primera explosión, hago las maletas en un segundo», afirma Dima, ajustándose su velo negro.
Pero, a pesar de la inquietud y los vuelos cotidianos que la Aviación israelí realiza en el sur de Líbano, la mayoría de los habitantes de esta zona hace alarde de su fatalismo.
Reconstruir y volver a reconstruir
En Aita Ashaab, donde el 30% de las viviendas todavía no se han reconstruido desde los bombardeos de 2006, Hassan Srour, de 39 años, cava cerca de una casa que sigue en ruinas.
«Reconstruimos, y si la guerra estalla de nuevo, volveremos a reconstruir», dice este agricultor.
Nuevos edificios, la mayoría villas, se han levantado bajo las narices de los israelíes.
«Estamos acostumbrados a la ocupación, a la guerra y a la destrucción. ¿A dónde quiere que vayamos? Ésta es nuestra tierra», asegura.
Los habitantes de esta localidad destruida en 2006 no se toman la molestia de construir refugios, como hacen en el norte de Israel. «¿Para qué los vamos a hacer?», pregunta Hassan. «En 2006, dos de nuestro vecinos murieron enterrados en sus refugios», recuerda.
Pero este fatalismo se ve contrarrestado por el hecho de que, en esta región, bastión de Hizbulah, el partido venció en 2006 «y volverá a vencer».
«Todo está listo», afirma Akel Hammoud, en Beit Lif. «Las armas y el equipo están allí. No falta más que la defesa antiaérea», asegura, en referencia a los misiles tierra-aire que Israel teme que Damasco ha entregado a Hizbulah.